Festivales regionales renuevan el cine peruano gracias a la gestión y el entusiasmo juvenil

Escribe: Rodrigo Portales

El cine peruano atraviesa un momento difícil, marcado por limitaciones económicas, sociales y legales que se han profundizado tras la aprobación de la Ley 32309, conocida como “ley anticine”. En este contexto, los festivales se consolidan como plataformas esenciales para la difusión, reflexión y formación en torno al audiovisual nacional, contribuyendo a mantener en movimiento el pulso de nuestra cultura cinematográfica

El informe ‘Memoria de los cines peruanos’, en el último año se activaron 57 festivales en distintas regiones del país. La mayoría de ellos se mantiene gracias a los fondos concursables que, desde 2013, otorga la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) del Ministerio de Cultura. Este apoyo ha permitido consolidar una red descentralizada de muestras y festivales que promueven la formación audiovisual y acercan el cine a nuevas audiencias.

También hay iniciativas que surgen al margen de los estímulos estatales, sostenidas por la autogestión, la creatividad y el entusiasmo local. Dos de ellas aparecieron este año en el mapa cinematográfico peruano: el Festival de Cine de la Selva Central – FECISC, realizado en La Merced, departamento de Junín, y el Festival de Cine de Pasco – 4 Reales, en Cerro de Pasco, capital del departamento de Pasco.

La génesis de ambos festivales se remonta al “Taller de Cine de Bajo Presupuesto”, dictado por el realizador huanuqueño Elías Cabello Contreras, director del Festival de Cine de Huánuco – FENACI. En ese espacio de aprendizaje, los futuros gestores del FECISC y 4 Reales comprendieron cómo producir con recursos limitados, gestionar proyectos culturales y fomentar la creación independiente. De aquel semillero nacieron las ideas que más tarde darían forma a estas nuevas celebraciones del cine regional que además tiene en común que sus sedes se ubicaron en la Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión (UNDAC), institución con presencia en La Merced y Cerro de Pasco.

FECISC: cine entre montañas y cafetales

En abril, bajo la dirección de Mónica Donayre Bazán, el Festival de Cine de la Selva Central – FECISC celebró su primera edición en el auditorio de la Municipalidad Provincial de Chanchamayo. Con entrada libre, el público pudo disfrutar de más de una decena de películas nacionales entre cortos y largometrajes, además de conversatorios y ponencias. Hasta su aparición, la provincia carecía de espacios dedicados al séptimo arte.

La programación incluyó títulos como ‘Misión Kipi’ de Sonaly Tuesta; ‘Un mundo para Julius’ de Rossana Díaz Costa: ‘El huaro’ de Patricia Wiesse, ‘Historias de shipibos’, de Omar Forero y ‘Pirú’ de Bismarck Rojas. También se proyectaron producciones locales, entre ellas el documental ‘El grito del Río Macho’ de Sandro Pimentel y el corto animado ‘Rikinaki’ de Sebastián Astete.

En la competencia regional el primer premio recayó en ‘Morenada’ de Hans Matos Cámac, la historia de un esclavo afroperuano que enseña a danzar a un niño andino para resistir los abusos de un hacendado criollo.

‘Ayllu’ de Jordi Santana Daza, narra la historia de un niño quechua hablante que busca aprender a leer con la esperanza de reencontrar a su hermano, obtuvo mención honrosa.

El festival ofreció, además, charlas sobre apreciación cinematográfica, gestión audiovisual y encuentros con invitados como los actores Emmanuel Soriano y Gerardo Zamora, y la realizadora Sonaly Tuesta.

El FECISC fue organizado por la empresa audiovisual M&D, con el apoyo de la Municipalidad de Chanchamayo y la Facultad de Comunicación de la Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión (UNDAC), y el auspicio de más de veinte instituciones y empresas locales. Más allá de su programación, el evento se propuso proyectar a la selva central como un nuevo punto de encuentro entre cine, turismo y la apreciada cultura cafetalera de la provincia.

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Cine peruano en las alturas: 4 Reales:

Los primeros cines en Cerro de Pasco aparecen a inicios del siglo XX, siendo centros de reunión para los trabajadores mineros y sus familias. Salas como Grau, Pasco y el Cine Popular fueron parte esencial de la vida cotidiana pasqueña. Sin embargo, tras su cierre en los años ochenta y noventa, la ciudad permaneció sin espacios dedicados a la proyección de filmes.

En mayo, con el Festival de Cine de Pasco – 4 Reales, esa historia empieza a reescribirse, dirigido por Joel Hermitaño Hermoza y la productora Pakinawi, el evento se realizó en el colegio César Vallejo y en la UNDAC, con el respaldo de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Pasco e instituciones y negocios locales.

Este encuentro cinematográfico ostenta una curiosidad singular: se trata del festival de cine con mayor altitud del mundo, al celebrarse a 4,330 metros sobre el nivel del mar. Su nombre evoca una antigua moneda de plata colonial, símbolo de la riqueza minera de la región.

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La película inaugural fue ‘La era olvidada’ de César Miranda, rodada en el imponente Bosque de Piedras de Huayllay, uno de los mayores atractivos turísticos de Pasco. En total, se proyectaron ocho largometrajes y veinte cortometrajes nacionales, entre ellos ‘La gringa y el músico’ de Roberto Pazos; ‘Hogar’ de Jano Burmester; ‘Peso Gallo’ de Hans Matos y ‘Un mundo para Julius’ de Rossana Díaz Costa, además del filme colombiano ‘Paisaje indeleble’ de Jaime Barrios Martínez.

El festival entregó premios en dos categorías competitivas: en cortometrajes pasqueños, fueron distinguidos ‘V/H/S’ de Jefferson Sánchez, ejercicio de subgénero de terror found footage, técnica cinematográfica que presenta la narrativa como si fuera material de video descubierto, como grabaciones de cámaras de seguridad o personales.

En tanto ‘Juan 8:32’ de Roberto Capcha, un microdrama con alusiones bíblicas, fue el otro ganador.

En la sección universitaria se reconoció a ‘Sasa Kuyay’ de Diego Rengifo (Huánuco), drama sobre una madre campesina que intenta salvar a su hijo de la muerte mediante rituales chamánicos; ‘Frágil’ del puneño Robert Torres”, una animación simbólica sobre la represión del gobierno de Dina Boluarte a las protestas ciudadanas de 2022 en el sur peruano, y ‘Dios, mi vieja y el hormigón armado’ de Walter Yataco, relato documental sobre la crisis existencial de su director, dividido entre su carrera de ingeniero y su vocación artística.

El surgimiento de FECISC y 4 Reales demuestra que, incluso en contextos adversos, la pasión por el cine se abre paso desde las regiones. Estas iniciativas, impulsadas por jóvenes gestores culturales, no solo amplían la red de festivales peruanos, sino que refuerzan la dimensión colectiva del cine como herramienta de identidad, educación y encuentro.

Desde la selva central hasta las alturas andinas, el cine peruano sigue hallando maneras de proyectarse. En cada función, en cada comunidad que se reúne frente a la pantalla, late la certeza de que contar y mirar historias sigue siendo una forma de resistir, de imaginar y de construir futuro.

(FIN) ENSAYO GENERAL

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