Escribe: Rodrigo Portales
Desde el anonimato que muchas veces facilitan las redes sociales, existen personas que intentan descalificar el cine hecho por mujeres, colocándole etiquetas o encasillando sus producciones como “feminazis”. La táctica del descarte y la cancelación no descansa.
La cineasta Carmen Rojas Gamarra (Lima, 1988), miembro del colectivo Yuraqyana –blanco y negro, en quechua–, es tajante en señalar que las integrantes de esta organización buscan desarrollar el cine desde la mirada femenina o female gaze.
No obstante, remarca que no se trata de satanizar el cine hecho por varones o la mirada masculina, “puesto que hay compañeros que retratan a las mujeres desde la sensibilidad, el cariño y la honestidad”.
‘Ensayo General’ conversó con Carmen Rojas sobre sus inicios en el cine y el estreno de su primer largometraje, Compartespacios, película que se exhibe en festivales y salas alternativas, nominada y galardonada en los Premios de la Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica (Apreci) al Cine Peruano 2024.
¿Cómo comenzó tu relación con el cine?
– Al principio, no tenía idea de lo que quería hacer con mi vida, como nos pasa a muchas. Al salir del colegio, pensé en estudiar Administración porque no sabía qué otra cosa hacer. Mis hermanos mayores ya estaban estudiando Comunicación en la Universidad de Lima y veía los ejercicios que realizaban, como cortometrajes y programas de televisión. Eso me empezó a llamar la atención y, a raíz de que mi hermana Natalia llevaba la especialidad de cine, llegaba a casa con bolsas enormes de películas en DVD del Pasaje 18. Ahí descubrí un cine y una mirada muy distinta. Recuerdo haber visto por primera vez a Wong Kar-wai, In the Mood for Love y otras películas que me hicieron pensar: «Quizás esto me interesa, quizás quiero estudiar esto».
Comencé a estudiar en la universidad y, junto a mi hermana, siempre nos gustó jugar a hacer videos y experimentar. Así nació Yuraqyana, nuestra productora colectiva. Empezamos grabando conciertos en vivo, sesiones de música y, eventualmente, haciendo cine. Cada una por su lado fue creando cortometrajes. Dirigí Vacío/a (2016), mi primer corto experimental; BRUJAS (2017), un documental musical sobre la escena hardcore punk feminista de Madrid; Cerquillo (2019), mi primer corto de ficción, y más recientemente Compartespacios (2024).
Es interesante que Yuraqyana busque involucrar la participación de mujeres en sus proyectos. ¿Puedes explicar en qué consiste este método de trabajo?
– Cuando comenzamos a formar el equipo para el rodaje de Antonia en la vida, el largometraje de mi hermana, nos dimos cuenta de que todas las personas que nos recomendaban eran mujeres. Así, sin planearlo, terminamos con un equipo completamente femenino. Antonia en la vida cuenta la historia de una mujer que está por llegar a los 40 años y debe decidir si quiere ser madre o no. Al ser una película desde una perspectiva femenina, fue enriquecedor que el equipo también lo fuera. Esta experiencia nos hizo reflexionar sobre la falta de mujeres en ciertos cargos dentro del cine. En producción y dirección de arte hay muchas, pero en áreas como dirección de fotografía, sonido o gaffer, predominan los hombres. Decidimos que, si no existen espacios donde podamos crecer, debemos crearlos nosotras mismas. Para muchas de las jefas de área, Antonia en la vida fue su primera película, y lo mismo pasó con Compartespacios. Creemos en la importancia de apoyarnos, impulsarnos y generar los espacios que nos merecemos.
¿Cómo se construyen las historias y personajes femeninos en las películas de Yuraqyana?
– Es interesante el concepto del female gaze (mirada femenina). Muchas veces se nota cuando una película que retrata a una mujer está dirigida por un hombre o por una mujer. Nosotras cuidamos la manera en que nos retratamos. No se trata de mostrar cuerpos desnudos porque sí, sino de justificarlo narrativamente. Recuerdo, por ejemplo, La vida de Adèle, de Abdellatif Kechiche. Siento que algunas escenas hubieran sido distintas si las hubiera dirigido una mujer.

Tanto Antonia en la vida como Compartespacios retratan la fragilidad emocional de mujeres jóvenes en la Lima actual.
– Para mi hermana y para mí, estas películas son autobiográficas. Antonia en la vida la hizo cuando estaba en la edad de cuestionarse la maternidad. Compartespacios habla de mis problemas con la depresión y la ansiedad social, y de sentir que Lima no es mi ciudad. Pienso que también parte mucho desde qué lugar estás queriendo contar una historia. En nuestro caso, creo que contar una historia desde la honestidad se transmite al público.
Dijiste que el personaje de Isabel en Compartespacios es muy autobiográfico. ¿Cómo fue tu trabajo con la actriz Tania del Pilar?
– Tania hizo un trabajo increíble y me alegra mucho que haya sido premiada como mejor actriz principal en los Premios Apreci por la película. Ensayamos bastante porque ella es muy distinta a mí: es más extrovertida y conversadora. Tuve que abrirle mi universo personal y compartirle mis experiencias con la depresión. Tania entendió el personaje y lo hizo suyo. Fue una mezcla de ambas. Trató el papel con mucho respeto y empatía, incluso en escenas difíciles. Por ejemplo, en una escena de masturbación, decidimos no mostrar su cuerpo. Nos bastó con los sonidos. Quise que el personaje fuera retratado con mucho cuidado.
¿Cómo está representando el cine peruano actual a las mujeres? ¿Percibes avances en la mirada de género?
– Desde que estoy en la escena, he visto más películas dirigidas por mujeres. Siempre ha habido películas sobre mujeres, pero contadas por hombres. Está bien, pero también es importante que nosotras contemos nuestras propias historias, como Autoerótica que trata además del aborto, que es un tema polémico dado que vivimos en una sociedad muy conservadora con políticos que van más por el lado de las derechas. Me gustaría ver más películas dirigidas por mujeres en el cine regional. Hay muchos cortos y documentales, pero aún faltan largometrajes en festivales peruanos.
Del cine regional, por ejemplo, Yana-Wara, de Tito Catacora, presenta personajes femeninos y aborda situaciones de mujeres andinas.
– Sí, pero sería interesante que más realizadoras aportaran su mirada. No se trata de satanizar la mirada masculina; hay compañeros que retratan desde la sensibilidad, el cariño y la honestidad y eso es increíble. Sin embargo, sería genial ver más cine hecho por mujeres.
¿Dónde podemos ver Compartespacios?
– Este mes la estamos exhibiendo en el Centro Cultural PUCP, la Casa de la Literatura Peruana y el Festival de Cine Hecho por Mujeres. Estamos apostando por una distribución alternativa. También estamos esperando que el Ministerio de Cultura lance de una vez la convocatoria de estímulos económicos para el audiovisual, que está muy retrasada. Es una preocupación para el gremio.

Además de realizar películas, también te dedicas a la programación de cine. ¿Nos puedes contar sobre ello?
– Soy programadora del Cine Club del espacio cultural Tierra Baldía. En marzo conmemoramos a las mujeres desde la figura de las brujas, quienes fueron silenciadas y violentadas por alejarse de lo «normal». La programación incluye: Häxan (Benjamin Christensen, 1922), un documental de horror sobre la caza de brujas; The Witch (Robert Eggers, 2015), sobre la opresión religiosa en Nueva Inglaterra.
Además, The Craft (Andrew Fleming, 1996), donde la magia es una herramienta de empoderamiento femenino; y The Love Witch (Anna Biller, 2016), una sátira feminista sobre los estereotipos de género.
Las proyecciones son los martes a las 8 p.m. en Tierra Baldía, Avenida del Ejército 847, Miraflores. Tenemos previstos ciclos mensuales con temáticas diferenciadas en cada mes.

(FIN/Ensayo General)