El escritor, maestro y antropólogo José María Arguedas Altamirano, autor de novelas fundamentales para la comprensión e interpretación de la cultura peruana, la sensibilidad del mundo andino y el proceso de mestizaje, nació en Andahuaylas (Apurímac) el 18 de enero de 1911.
Al cumplirse 113 años de su nacimiento, críticos y lectores de todas las edades reconocen el valor de la obra arguediana, un amplio listado donde destacan títulos como ‘Todas las sangres’, ‘Los ríos profundos’, ‘El zorro de arriba y el zorro de abajo’ y ‘Yawar fiesta’.
En la biografía del Tayta Arguedas, se resaltan a menudo datos cruciales de su infancia: su pertenencia a una familia acomodada por línea materna, la pérdida de su madre y la orfandad cuando tenía poco más de dos años, la ausencia de su padre –un abogado litigante– y los maltratos de su madrastra.
En medio de esas tensiones simbólicas y reales, el pequeño José María se refugia en los sirvientes de su familia, en busca de afecto y protección. Aprende quechua con facilidad y tiene, allí, su primer contacto directo con la vivencia y la cultura de los indígenas de principios del siglo XX.
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Investigadores de la obra de Arguedas identifican en su producción la presencia de una mirada interior “más rica e incisiva del mundo indígena”, junto con la expresión de las fricciones entre la cosmovisión andina y los valores del mundo occidental que conviven en el Perú contemporáneo.
Formado en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos –donde años después ejerció la docencia–, el Tayta se nutrió de la ideología socialista a partir de sus lecturas de José Carlos Mariátegui y Lenin, donde encontró un sustento teórico para su rebeldía juvenil.
Entre otras distinciones, recibió el Premio Nacional Fomento a la Cultura Javier Prado 1958 por su tesis ‘La evolución de las comunidades indígenas’; el Premio Nacional de Fomento a la Cultura ‘Ricardo Palma’ en 1959 por ‘Los ríos profundos’; y el mismo galardón en 1962 por ‘El Sexto’.
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Polémica y legado
Al margen de los reconocimientos para su producción literaria y sociológica, Arguedas participó en sonadas polémicas, como la que sostuvo con Julio Cortázar, la que el escritor argentino definió como la pugna entre el telurismo y el cosmopolitismo.
En 1968 se le otorgó el premio ‘Inca Garcilaso de la Vega’ y, para recibirlo, Arguedas pronunció su célebre discurso ‘No soy un aculturado’, un texto que los investigadores reconocen como ‘auténtico testimonio intelectual’ de un autor clave para las letras y las humanidades del Perú.
Aquejado por repetidos episodios de depresión, el 28 de noviembre de 1969 –cuando era profesor de la Universidad Nacional Agraria de La Molina (UNALM)– Arguedas se disparó un tiro en la cabeza. El Tayta –padre, en quechua– falleció cinco días después.
Del discurso ‘No soy un aculturado’ –pronunciado por José María Arguedas en la ceremonia de entrega del premio Inca Garcilaso de la Vega en octubre de 1968–, extraemos cinco sentencias necesarias para entender las dimensiones intelectuales y literarias de un hombre fundamental.
1.
“Acepto con regocijo el premio Inca Garcilaso de la Vega, porque siento que representa el reconocimiento a una obra que pretendió difundir y contagiar en el espíritu de los lectores el arte de un individuo quechua moderno que, gracias a la conciencia que tenía del valor de su cultura, pudo ampliarla y enriquecerla con el conocimiento, la asimilación del arte creado por otros pueblos que dispusieron de medios más vastos para expresarse.”
2.
“Contagiado para siempre de los cantos y los mitos, llevado por la fortuna hasta la Universidad de San Marcos, hablando por vida el quechua, bien incorporado al mundo de los cercadores, visitante feliz de grandes ciudades extranjeras, intenté convertir en lenguaje escrito lo que era como individuo: un vínculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse, de la gran nación cercada y la parte generosa, humana, de los opresores.”
3.
“Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua. Deseaba convertir esa realidad en lenguaje artístico y tal parece, según cierto consenso más o menos general, que lo he conseguido. Por eso recibo el premio Inca Garcilaso de la Vega con regocijo.”
4.
“El otro principio fue el de considerar siempre el Perú como una fuente infinita para la creación. Perfeccionar los medios de entender este país infinito mediante el conocimiento de todo cuanto se descubre en otros mundos. No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana; todos los grados de calor y color, de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores.”
5.
“No por gusto, como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacámac y Pachacútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilaso, Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4.000 metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo.”
Epílogo
“Imitar desde aquí a alguien resulta algo escandaloso. En técnica nos superarán y dominarán, no sabemos hasta qué tiempos, pero en arte podemos ya obligarlos a que aprendan de nosotros y lo podemos hacer incluso sin movernos de aquí mismo.”
(FIN/Agencia ANDINA)