La obra ‘Los autorretratos de Egon Schiele’ es una explosión de energía y movimiento que lleva al espectador a emocionarse, pero, sobre todo, muestra a este pintor austriaco en diversas etapas de su corta y trajinada vida.
El experimentado dramaturgo peruano Roberto Ángeles –esta es su obra 70– trabajó durante más de un año con un grupo de artistas jóvenes para presentar esta pieza de teatro de movimiento que va más allá de las convenciones del drama clásico.
El montaje se presenta de jueves a domingo hasta el 5 de mayo en el teatro Segura, escenario que aporta su acogedora belleza y combina con la variedad de desplazamientos cadenciosos cuyo objetivo es “manifestar el dolor cuando se ve morir a personas jóvenes”.
El elenco –todos exalumnos de Ángeles– está formado por Oscar Yepez, Simón Vázquez de Velasco, Germán Ojeda, Bruno Espejo, Roni Ramírez, Italo Maldonado, Matías Spitzer, Flavio Giribaldi y Duncan Torres.
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Creación colectiva
Ángeles precisa que si bien la idea original y el tema son creación suya, se trata de un trabajo colectivo en el que Yepez se encargó de escribir los textos y Maldonado compuso las piezas musicales de rock clásico que se ejecutan durante la obra.
Además, hay que destacar que los trazos de cada movimiento fueron concebidos de manera colectiva por los participantes, siempre bajo la dirección de Ángeles, discípulo declarado de la maestra Maureen Llewellyn-Jones, profesora y directora del Ballet de San Marcos.
“Empecé a hacer composición de movimiento hace 35 años o más y con ella creamos un espectáculo de danza donde yo era director escénico, pero todo lo que sé de composición de movimiento lo aprendí de Maureen”, recuerda.
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Vida trágica
En la obra sólo participan varones, pese a que se personifica a mujeres. En ese sentido, en ‘Los autorretratos de Egon Schiele’ creímos ver algunas pinceladas de teatro isabelino, en el que sólo actuaban hombres.
El director detalla que la mujer ingresó al teatro a mediados del siglo XIX, pero que él decidió trabajar sólo con actores hombres presentando a un personaje masculino.
“He tratado de que se muestre a un grupo de jóvenes en las diferentes instancias que yo creo que él (Schiele) pasó: la juventud fresca, divertida, lúdica, alegre; la ansiedad que provoca la contracción del corazón y, luego, una tercera etapa que es la de la creación”, remarca.
En esa última etapa, Egon Schiele “crea pinturas muy dolorosas, madres ciegas con niños pobres en brazos, niños muertos, siempre personajes muy lacerantes –describe el dramaturgo–. Lo que más me impresionó fueron sus autorretratos, los que vi en el 2019 en un viaje a Viena”.
En el rostro de Ángeles se dibuja un gesto de dolor cuando comenta que, al observar la colección de Schiele, quedó devastado. “Ya conocía algo de Egon Schiele, pero no había visto su obra completa; así que me quedé sentado sin poder hablar, toda la tarde, viendo estos personajes dolorosos”.
A partir de este choque, el dramaturgo quedó sobrecogido. Empezó a estudiar la vida del pintor y se enteró de su origen humilde, de su vida intensa, que fue alumno predilecto de otro austriaco –el simbolista Gustav Klimt– y que tuvo una amante-modelo que lo inspiró a crear.
“Schiele formó un grupo de amigos con pintores expresionistas y de pronto llegó la gripe española, una pandemia como la que acabamos de tener con la covid, enfermedad que arrasó con millones de personas en toda Europa, el norte de África, Estados Unidos y hasta China”, explica Ángeles.
El director agrega que, en simultáneo con la pandemia, se produce la Primera Guerra Mundial, contexto que afectó al pintor:
“En el año 18, cuando ya están por acabar tanto la guerra como la pandemia, él se casa con una chica muy linda y están esperando un bebé; los dos se infectan de la gripe española: ella muere embarazada y él, con sólo 28 años, también muere”.
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Sublevación ante la muerte
“A mí eso me subleva, me da mucha cólera, me da rabia siempre que una persona joven muere”, revela Ángeles, claramente conmovido.
El dramaturgo confiesa: “No me da el dolor que me da cuando morimos las personas mayores. Me subleva, me da odio, me indigna, no sé qué verbo usar, no sé qué calificativo, qué adjetivo utilizar. Que su esposa, tan linda, haya muerto tan joven y esperando un bebé, me produjo esta gran cólera”.
“Quedé muy motivado, he tenido otras experiencias en mi vida, en la cual han muerto personas jóvenes cerca de mí. Estudiantes míos de la Facultad de Derecho de la Católica, estudiantes de la Escuela de Teatro o exalumnos de este taller, por diferentes razones –entre ellas está el suicidio–, entonces yo tengo esta perturbación constante”, acentúa.
Después del ensayo general en el teatro Segura, nuestro diálogo termina con mucha motivación. Podría seguir, pero el dramaturgo –pese a que ya está avanzada la noche– debe volver a reunirse con su elenco y dar a la puesta en escena sus últimos matices.
Nos despedimos con él remarcando: “Ya maduro, tengo 70 años, decidí hacer este montaje sobre la muerte. Es un homenaje a Egon Schiele, que me ha conmovido tanto, y también a los jóvenes que estuvieron cerca de mí, en algún momento, y ya no están. Este es mi homenaje a la juventud que se va temprano”.
(FIN/Ensayo General)