Actor Pold Gastelo.

‘Una hazaña nacional’: la historia de fray Calixto o los traumas de un país llamado Perú

Escribe: César Chaman

La actriz Daniela Trucíos estaba mirando al público, en este lado de la platea del teatro Ricardo Blume, cuando le tocó decir la última frase de ‘Una hazaña nacional’.

Vestido de cura, Pold Gastelo había terminado la escena dando la cara a los espectadores del sector izquierdo, y Ricardo Bromley, a los del fondo –en esta sala con butacas a los cuatro costados–, pero los tres debían transmitir la misma idea para poner el punto final a la obra de Alfonso Santistevan.

Yo estoy seguro de que Daniela Trucíos me miraba fijamente a los ojos cuando repitió, en tono grave: “Algún día… algún día”. Luego, oscuridad; tres segundos de silencio para reponernos; aplausos generales.

No sé cómo explicarlo. En una hora y 30 minutos, Santistevan había develado prácticamente todos los traumas del Perú, desde la Colonia hasta el siglo XXI, pasando por la Emancipación y la República, a partir de la historia de fray Calixto: marginación, privilegios, desunión, injusticia, corrupción.

De hecho, ‘Una hazaña nacional’ no es un relato lineal sobre un episodio del siglo XVIII, pese a que la obra se estructura en función de las peripecias de un viaje del Perú a España que sí sucedió en la realidad.

Actor Ricardo Bromley en una escena de ‘Una hazaña nacional’. Foto: Difusión.

Estética de la creación colectiva

El donado Calixto, autor de una exclamación sobre la paupérrima vida de los indios en el virreinato, manda a imprimir algunos ejemplares de su manifiesto y enrumba a Madrid para denunciar ante el rey Fernando VI las injusticias cometidas por las autoridades locales que administran el poder de la corona.

Con fe o ingenuidad, el mestizo no es un sublevado sino, quizás, alguien que también intenta advertirle al monarca que, si no hay cambios, el estado de las cosas en América desembocará tarde o temprano en un levantamiento.

Con ‘Una hazaña nacional’, esta vez “yo quería ir un poco más hacia el lado de Bertolt Brecht, hacia el lado del teatro popular y recuperar algo que viví plenamente en la década del 70: la estética de la creación colectiva”, ha dicho Alfonso Santistevan, en una entrevista con la literata y poeta Andrea Cabel. Una estética que el dramaturgo sintetiza en operaciones directas, aunque no libres de complejidades: un grupo de actores que te cuenta una historia y asume diversos personajes, un espacio que se va creando conforme se representan las escenas.

“Fue difícil porque quería hacer esto mientras estaba escribiendo la obra; pero el tema me resultaba muy literario –recuerda el director–. No quería alejarme de la poesía que podía tener este Calixto, un hombre muy inspirado que tenía cierta cosa de poético”.

En esa tensión entre intención y realidad, dos años después de terminar la escritura de su obra, Santistevan dudó momentáneamente: ¿es posible montar esta idea? “Felizmente los tres actores que me acompañan, que son extraordinarios y han hecho un trabajo excepcional y comprometido, me ayudaron a encontrar el lenguaje escénico que necesitaba”. Los resultados están a la vista.

Santistevan: «Los actores han hecho un trabajo excepcional». Ricardo Bromley y Daniela Trucíos. Foto: Difusión.

Epílogo de regreso a casa

Difícil clasificar por género la propuesta de Santistevan: drama, comedia, farsa, aventura, absurdo. Todo ello más las licencias de un teatro que, sin caer en la moralina, dispara la reflexión sobre lo que somos, lo que no fuimos y lo que podríamos ser. De allí que la frase final cobre sentido: “Algún día”.

De regreso a casa, caminando por la residencial San Felipe, le comenté a María Ynés que se me había ocurrido el titular para una crónica sobre fray Calixto: “el primer cura ‘caviar’ en la historia del Perú”.

Luego, hasta que llegamos a Magdalena, hablamos de la promesa fallida del Perú, del significado de lo ‘caviar’, del peligro de los extremismos, de los sueños, de lo que consideramos ‘una hazaña’.

Y recordamos una frase de Augusto Mazzarelli tras una función de ‘Los perros’: “En el teatro, lo que importa no es lo que dicen los personajes, sino lo que el público se lleva cuando las luces se apagan”.

(FIN/Ensayo General)

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