Para hablar de una crisis como la de los 40, tienes dos opciones: el drama o la comedia, opina Marisol Palacios, autora y directora de ‘Morir de amor’, la obra que retorna a la cartelera limeña 18 años después de su estreno en el año 2006: “Acá elegimos la comedia”.
La crisis de los 40 arranca en realidad a los 35 –más o menos–, cuando la gente comienza a cuestionarse: “Pucha, ya tengo 37 años y todavía no he realizado la gran obra de mi vida”, “Caray, ya tengo 38 años y aún no consigo una pareja estable para formar una familia y tener hijos”.
Esa es la crisis en la que están los personajes de ‘Morir de amor’, detalla Palacios: Felipe, un arquitecto de 36 años que conocerá al posible amor en una cita a ciegas; Anaté, una secretaria que acaba de perder su trabajo; Fernández, un escritor en busca de consagración; Ina, una exitosa ejecutiva insatisfecha con su matrimonio, y Rafo y Cris, una pareja de esposos que invita a sus amigos a celebrar un nuevo aniversario de bodas.
Las historias de estos seis personajes están contadas en tono de comedia y a través de canciones románticas, para generar un contraste que resulta gracioso. “Nadie espera que unas situaciones dramáticas sean, a la vez, divertidas”, observa la directora.
Sin embargo, este no es un musical en el sentido estricto del género, aclara Marisol Palacios. En un musical ‘común y corriente’, la acción se corta para mostrar el universo interior del personaje y todos cantan y bailan y luego la historia retorna al punto donde se quedó antes de la canción.
“Ese es el tipo de musical al que estamos acostumbrados y eso, por lo menos a mí, me rompe el imaginario”, acota, en diálogo con Ensayo General.
Con las actuaciones de Gisela Ponce de León, Patricia Barreto, Carolina Cano, César Ritter, Andrés Salas y Gabriel Iglesias, ‘Morir de amor’ se presenta hasta el lunes 16 de setiembre en el Teatro Peruano Japonés. Precisamente allí se dio la siguiente conversación.
¿Cuál es el desafío de reponer una obra 16 años después de su última temporada, en 2008, pero con un elenco renovado?
– El desafío es muy grande, la verdad. El primer desafío ha sido el guion, o sea el texto, porque han pasado 20 años y el mundo ha cambiado mucho en este período, sobre todo en cuanto al rol de la mujer. Es impresionante ver la manera en que el movimiento Me Too, por ejemplo, ha calado en las relaciones, en cómo nos posicionamos las mujeres y cómo nos ven ahora, cómo nos tratan. Si bien el cambio no es radical, sí es profundo. Eso para mí es lo principal. Eso significó hacer varias modificaciones al texto.
¿En qué se nota ese cambio?
– En las mismas relaciones que se muestran en el escenario, porque esta es una obra de amor sobre las relaciones afectivas, sobre las relaciones de pareja. Y, bueno, ahora estamos ante otra manera de ver y reírnos. ¿De qué nos reíamos en el 2006 (año del estreno de ‘Morir de amor’) y que hoy ya no nos causa risa? Sin embargo, hay cosas de las que nos seguimos riendo, ¿no? Y eso también es lindo.
Luego, también, otro de los grandes desafíos era no repetir la obra. Mejor dicho, cómo podemos conservar la obra sin repetirla. Me explico: el reto es que la obra vuelva a vivir y que, al mismo tiempo, no sea una repetición de lo anterior con nuevos actores. Eso (la repetición) sería imposible, porque el teatro es un arte vivo. Entonces, al trabajar con un nuevo elenco vienen otras energías y eso ha transformado, por supuesto, a los personajes; no en su estructura, pero sí en su energía, en la forma en que hablan, cómo se mueven, en su comicidad, en sus personalidades.
Las canciones que suenan en ‘Morir de amor’ llevan a pensar en un público de 40 años para arriba, al menos, en promedio, ¿no?
– De 30 para arriba.
Bueno, 30, de acuerdo.
– Sí, los personajes tienen pasados los 30 años. O sea, la obra habla de la crisis de los 40 y la crisis de los 40 empieza más o menos por los 35, cuando ya te empiezas a dar cuenta de que si no tienes una pareja, en el caso de las mujeres, no vas a tener hijos…
¿No es prejuicio?
– No, es una cuestión de biológica.
Me refiero al señalamiento de esa situación.
– Ah, no, claro. Yo me refiero a la crisis personal, no a la crisis social. La crisis personal es esa en que tú dices “Uy, se me está pasando la vida”, ¿no? O cuando piensas en cuestiones de trabajo y dices: “Pucha, ya tengo 37 años y todavía no he hecho la gran obra de mi vida”. Esa es la crisis en la que están los personajes y eso está contado en tono comedia y a través de las canciones, de estas canciones románticas.
¿Encuentras que el humor tiene más potencia que otros géneros para abordar estos temas? Por ejemplo, uno podría mirar esa crisis y decir: “¡Oh, qué drama!”.
– Me parece que para hablar de una crisis tienes dos opciones: o te vas al drama o te vas a la comedia. En este caso, yo preferí irme a la comedia y hacer el contraste. Eso es lo gracioso, el contraste. Entonces, tú (como espectador) no esperas que un grupo de amigos de un sector medio alto cante estas canciones, ¿no? Y, además, no te esperas que unas situaciones dramáticas sean divertidas. Ahí está la herramienta de la comedia, el quid del humor: lo que hace que se destape la risa es la contradicción.
Ahora, Marisol, es inevitable que el público acompañe a los personajes en sus canciones…
– Mira, ayer tuvimos un primer encuentro con el público y fue bien bonito. En las dos temporadas anteriores (2006 y 2008) nunca ocurrió que la gente cantara. ¿Por qué? Porque los actores no están cantando en el sentido literal, sino que usamos la canción para decir un texto, la letra de la canción está inserta en el texto, en el diálogo de los personajes.
Es parte de lo que ellos quieren decir dentro de la obra.
– Claro, lo que pasa es que yo estoy usando ese extracto de canción para seguir hablando contigo. En vez de hablar contigo, yo lo canto. Entonces, el público sigue el diálogo, no es que pueda cantar…
No es un videoclip que pone la historia en pausa.
-Sí, no es una canción, es un texto. Es más, a veces a los actores les jala bailar la canción y yo les digo: “No, no puedes, porque si lo bailas, estás cantando. Pero tú no estás cantando, el personaje está hablando”.
La historia continúa…
– Claro, el personaje está hablando, solo que la directora lo está contando a través de una canción. Y eso es lo que ve el público: lo que hace el personaje. Entonces, por eso los espectadores no cantan, porque actores y espectadores están metidos en la convención que plantea el teatro.
Pero, ¿les das la chance de cantar en algún momento?
– Al final de la obra, podría ser. Aunque no, porque ya entraron en la convención. Por ejemplo, ‘Planchando el despecho’ de Katia Condos es un espectáculo para cantar y está lindísimo. Entonces, ellas cantan las canciones, las cantan enteras y la gente canta a gritos. Yo fui y gritaba como loca, me cantaba todas las canciones, era algo maravilloso. Pero ese espectáculo está hecho para eso, porque no es que los personajes están hablando, sino que están cantando.
Es diferente: ahí entras a la convención de que puedes cantar en el teatro y qué maravilla; acá no. Entonces, en ‘Morir de amor’ esa convención está planteada desde la primera canción, cuando uno de los personajes le dice a otro: “Ah, ya sé, estás así por la chica esa, ¿cómo se llama?”. Y el otro responde: “Haz amigo el favor de no hablarme de ella aún…”. Se plantea las reglas y el público entiende, entra al juego. Eso es lo bonito del teatro.
El cine también ha hecho trabajos parecidos. ¿Cuál sería la diferencia?
– Mira, antes de hacer ‘Morir de amor’, muchos años antes, vi la película ‘La vida es una canción’ de Alain Resnais, un francés maravilloso, un director genial. Es un director más dramático, pero esa vez hizo un musical, una comedia que me sorprendió y me encantó.
Y dije: “Si yo hiciera una comedia musical, la haría así”. O sea, una historia en la que no se rompe la acción. ¿Qué quiero decir? Por ejemplo, yo estoy tratando de convencerte de algo: en un musical común y corriente, la acción se corta para mostrar el universo interior (del personaje) y bailan y ¡zuácate!… tan-tan, chin-chin, canto, canto, canto y canto, ¿no? Y cuando termina la canción, vuelvo al momento en que estaba antes. Ese es el musical al que estamos acostumbrados. Y eso rompe mi imaginario…
Claro, te saca de la historia.
– Me saca, sí. Entonces, es como que me pusieran un comercial. Pero en la película de Alain Resnais no ocurría eso. Por eso, cuando Katia Condos y Norma Martínez me proponen que yo dirija una comedia musical con ellas –querían hablar sobre el amor–, yo les dije “Ya, pero yo lo haría de esta manera”. Y ahí está, así nació ‘Morir de amor’ en el 2006.
‘MORIR DE AMOR’
Teatro Peruano Japonés: Av. Gregorio Escobedo 803, Jesús María.
Hasta el lunes 16 de setiembre.
Lunes, jueves y viernes a las 8:30 p.m.
Sábados y domingos a las 7:00 p.m.
Entradas a la venta en la web de Los productores y Joinnus.
Dramaturgia: Alfonso Santistevan y Marisol Palacios
Elenco: Gisela Ponce de León, Patricia Barreto, Carolina Cano, César Ritter, Andrés Salas y Gabriel Iglesias.
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