Cáncer de mamá: prevenir es cultura, una tarea pendiente desde el Estado y la sociedad

María es paciente de Essalud. En agosto acudió al ginecólogo, quien le dio una orden para una mamografía. Han pasado tres meses y ella sigue esperando la llamada para que le programen el examen. Acudió a su centro médico y en el módulo le dijeron: “Están llamando a los pacientes de julio, la pueden llamar en diciembre o enero”.

Julia notó que tenía un bulto en uno de sus senos. No había escuchado nunca del autoexamen y menos del examen de mamografía. Tenía vergüenza, pero le contó a una amiga lo que le pasaba. Tuvo suerte y logró una cita en la posta, le hicieron la mamografía y le detectaron un cáncer en primera fase. Hoy recibe tratamiento.

En el Perú, menos del 1 % de las mujeres entre 40 y 69 años –la edad considerada de riesgo– accede a un tamizaje preventivo de cáncer de mama. Y cuando el diagnóstico llega, lo hace tarde: el 70 % de los casos se detecta en etapas avanzadas, cuando las posibilidades de tratamiento se reducen y los costos físicos, económicos y emocionales se multiplican.

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Javier Llamoza tuvo encuentro con periodistas. Foto: Agencia ANDINA.

Prevención como derecho

Esta grave estadística la ofreció Javier Llamoza, director de Observatorio Salud 360. El dato solo pone en evidencia que la prevención no es asumida como un derecho cultural porque –como país, como comunidad, como sistema– no se cuida a las mujeres antes de que enfermen; se ha normalizado la respuesta tardía, la atención fragmentada, la resignación ante lo evitable. Y eso también es “cultura”.

Ensayo General participó en el conversatorio “El reto de informar sobre el cáncer de mama en el Perú” y después de escuchar testimonios, revisar las estadísticas y conversar con el especialista comparte esta conclusión: hablar de cáncer de mama no es solo hablar de salud pública; es hablar del lugar que ocupa la vida de las mujeres, sin distinción de clase social. La situación lleva a preguntarnos qué sistema cultural permite que una muerte evitable sigua siendo estadísticamente predecible.

Todos los años hay campañas que son insuficientes porque las mujeres siguen chocando contra los mismos obstáculos: una atención distante, mamógrafos inaccesibles, citas que tardan meses, información poco clara. También hay “miedo cultural” a hablar del cuerpo y una realidad siniestra: prevenir sigue siendo un privilegio.

En el 2024, en el Perú se aprobó el Plan Nacional Multisectorial para la Lucha contra el Cáncer 2025–2030, que articula al Ministerio de Salud con sectores como Educación y Cultura y los gobiernos locales. El documento reconoce la necesidad de políticas preventivas, enfoque intercultural y participación de la sociedad civil.

Sin embargo, como señaló el especialista Llamoza, “la participación de la sociedad civil es clave en la vigilancia e implementación del plan en sus diferentes niveles” y para lograrlo “el Estado debe abrir canales de diálogo participativo, transparente y sostenidos como parte del fortalecimiento institucional y la democracia”.

La aprobación del plan es un avance importante, aunque su impacto dependerá de la implementación, la vigilancia ciudadana y la capacidad institucional de sostener políticas más allá de los intereses políticos. Y aquí surge la pregunta central: ¿puede haber prevención sin cultura del cuidado? ¿Puede existir acceso sin información confiable, sin confianza en el sistema, sin presencia territorial, sin lenguaje común?

Prevenir no es solo hacerse una mamografía: es saber que se tiene derecho a ella. Es tenerla cerca. Es no tener que elegir entre ir al hospital y perder el día de trabajo. Es no sentir vergüenza de hablar del propio cuerpo. Es no depender de la suerte.

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La tarea es impulsar la cultura de prevención. Foto: Agencia ANDINA.

Barreras y brechas

Y al hablar de la detección temprana, las familias también se topan con barreras territoriales. Lima concentra el 55 % de los radiólogos y tecnólogos médicos, mientras que regiones como Madre de Dios tienen 5 o 6 especialistas. El documento preparado por Gobierna Consultores –basado en datos oficiales del Ministerio de Salud– concluye: “Esto significa que una mujer fuera de Lima tiene hasta 20 veces menos probabilidades de acceder a diagnóstico y tratamiento oportunos”.

La brecha se extiende por circunstancia socioeconómicas y territoriales. Las mujeres rurales no acceden a diagnóstico porque no hay equipos en su región; las mujeres de pueblos originarios no reciben información en su idioma; las trabajadoras informales que viven el día a día no pueden perder un día de ingreso; mujeres que no han crecido con la idea de que su salud merece cuidado.

Como explica Llamoza, “los recursos no están organizados de tal manera que se garantice la detección temprana y el tratamiento oportuno del cáncer de mama”. La cultura también es el conjunto de creencias y prácticas que regulan el cuerpo, el miedo, el silencio y la autonomía. Y debería incluir el derecho a vivir con salud.

Los medios de comunicación son hoy los principales constructores del imaginario colectivo, por ello el especialista subraya: “los medios de comunicación cumplen un rol transversal en la prevención del cáncer de mama”.

Si queremos que las cifras cambien, necesitamos algo más que equipos tecnológicos, necesitamos un país que valore la vida antes de la enfermedad y el uso adecuado de los recursos.

Lo que no tiene presupuesto no puede hacerse, pero también tiene que administrarse bien. El Minsa destinó para el 2025 más de 6 millones de soles para la prevención del cáncer de mamá y a octubre ha ejecutado el 70 %. La cifra parece alentadora pero la Meta MINSA era atender a más de 2 millones de mujeres entre 50 y 69 años. El sector Salud informó que a junio sólo había tamizado a 9,228 mujeres, lo que pone en evidencia que la detección precoz no es una prioridad.

Como resume Llamoza, “el fortalecimiento de la institucionalidad juega un papel importante en la implementación de la política de lucha contra el cáncer” y, al mismo tiempo, “los ciudadanos y ciudadanas debemos ser pacientes y usuarios activos, y exigir al Estado que adopte las medidas necesarias para la protección del derecho a la salud”.

Porque cuando una sociedad protege la vida de sus mujeres, no solo reduce mortalidad: mejora su calidad de vida, fortalece su tejido comunitario y afirma su dignidad colectiva.

(FIN/Ensayo General)

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