Entrevista: César Chaman
En términos de opinión pública, movimiento comercial, recurso político y proceso cultural, pocos fenómenos sociales trascienden tanto como el fútbol en el siglo XXI.
El psicólogo Manuel Arboccó de los Heros –escritor, ensayista, catedrático–, reconoce esta realidad y, para hablar sobre su nuevo libro, acepta nuestra propuesta: conversar sobre psicología desde las tensiones y contrariedades que desencadena el fútbol entre las personas.
“Somos más imperfectos de lo que creemos”, escribe Arboccó, en el breve capítulo dedicado a Elizabeth Loftus en ‘Grandes psicólogos y psiquiatras de la historia’, el libro que publicó en agosto de este año para enlistar los aportes de 25 de los más destacados profesionales de la psicología y la psiquiatría.
El trabajo está dirigido a estudiantes de las especialidades de salud mental y ciencias sociales, como una suerte de invitación, pero también como recordatorio de todo lo avanzado por los pioneros y referentes de estas materias. “Es válido desconfiar de nuestra propia memoria”, añade el autor.
Arboccó fue articulista del Diario Oficial El Peruano entre 2014 y 2020. Ha escrito el libro de ensayos ‘Tiempos inciertos: aproximaciones a la sociedad posmoderna’ (2020); el de cuentos ‘La Comarca y otros relatos’ (2022) y ahora presenta ‘Grandes psicólogos y psiquiatras de la historia’ (2023). A continuación, el diálogo con ‘Ensayo General’.
En ‘Grandes psicólogos y psiquiatras de la historia’, uno de los enfoques que llama la atención es el de las caricias positivas y negativas, lo cual resulta contradictorio.
– El autor que desarrolla el tema de las caricias es Eric Berne, psiquiatra canadiense. Cuando él habla de caricias, se refiere a las formas en que nos reconocemos entre seres humanos. El ejemplo básico es cuando identifico a alguien en la calle y le digo “Hola” y él me mira, me reconoce y me responde. Berne decía: “Yo reconozco a esa persona, esa persona existe”. En sentido inverso, cuando ignoramos a alguien se da una ausencia de reconocimiento, una ausencia de caricia. Para Berne, la ausencia prolongada de caricias enferma. De forma graciosa, él comentaba: Sin caricias “mi espina dorsal se seca”. Los humanos necesitamos conversar, saludarnos, dialogar.
Sin embargo, Berne también identifica las ‘caricias negativas’.
– Sí, claro. Por ejemplo, esto permite entender lo que se define como ‘conductas masoquistas’. Berne explica que cuando no tenemos caricias positivas, somos capaces de aceptar incluso las ‘caricias negativas’. Yo miro a alguien, frunzo el ceño y le digo “¡Eres un idiota!”, “¡Tú siempre haciendo un mal trabajo!”. En ese momento, esa persona se incomoda y se irrita o se apena. Pero, por la historia de su vida, podría llegar a asumir esas ‘caricias negativas’, a aceptarlas: “A nada, prefiero que me empujes o me pellizques”. En negativo, pero me reconoces.
Algo así como la frase que se atribuye a Polo Campos hablando con Susy Díaz: “No importa que hablen bien o que hablen mal de ti, lo que importa es que hablen de ti”.
– Claro. Mucha gente diría “No, yo no estoy de acuerdo con eso, prefiero que hablen bien de mí o mejor que no hablen, porque yo tengo otra forma de ser reconocido, por mi familia, por mi pareja, etcétera”. De acuerdo. Pero esa expresión –“No importa, con tal de que hablen de tí”– ya involucra una necesidad extrema de llamar la atención, algo que es propio del mundo del espectáculo.
En estos meses de interés por las eliminatorias y la selección de Reynoso, ¿podríamos analizar la relación de los peruanos con el fútbol en términos de caricias?
– Sí. Y podemos verlo, por ejemplo, cuando juega la selección y hay una suerte de alboroto nacional y todos nos ponemos las camisetas y acordamos reunirnos para ver el partido comiendo una parrilla, tomando un café o unas cervezas. Creo que el fútbol es una de esas actividades masivas que uno disfruta no exclusivamente solo, sino con el amigo, con el familiar, con la pareja, con los vecinos. Y, claro, cuando el equipo finalmente gana, tenemos el pretexto perfecto para abrazarnos, saltar, reír, darnos la mano, besarnos. Es un poco lo que pasa en el estadio y seguramente tú también lo has vivido: cuando tu equipo mete un gol, eres capaz de abrazarte con cualquiera, ¿no?
Sí, por supuesto. Y siguiendo a Berne, eso también es una caricia.
–Sí, existe la ilusión de que, por un momento, no soy yo solo, sino que somos una ‘mancha’, un colectivo que está contento. Y entran a tallar todas estas ideas de la unión entre peruanos, de nuestra fuerza, cosas que para algunas personas son más importantes que para otras. El problema viene cuando las cosas no salen bien, cuando empiezan a salir cada vez peor…
En ese momento renegamos, culpamos a alguien de la derrota. Sin embargo, llega la siguiente fecha e igual estamos ahí, con la expectativa, con el entusiasmo.
– Digamos que el fútbol –como muchas cosas en la vida– es un conjunto de subidas y bajadas. Uno se pregunta: ¿Por qué hay hinchas de ciertos equipos que toda su vida están en segunda división, que nunca campeonan o siempre terminan últimos? Allí operan otros factores, más allá de los títulos o los campeonatos. El fútbol es una de esas actividades que ‘emocionalizan’ o ‘sentimentalizan’. Hay gente que se pone la camiseta porque eso le recuerda a su padre, porque de niño fue con su madre al estadio y el equipo ganó.
Ahora, esto es algo que pasa en todo el mundo: hay equipos que tienen muchos años sin grandes logros, pero convocan a mucha gente. Eso va más allá de la razón utilitarista que podría mover a algunos. En los hechos, muchos de nosotros realmente seguimos pensando en que podemos clasificar al Mundial 2026, que esta vez con Bolivia y Venezuela será distinto. Hay una necesidad de convencernos, de creer que se puede hacer algo mejor.
El libro incluye a Adler y su enfoque del complejo de inferioridad. ¿No hay algo de eso en nuestra forma de vivir el fútbol?
– Sí, también. Por ejemplo, cuando nos tocan rivales como Argentina o Brasil hacemos bromas sobre cuántos goles nos van a meter. Y la broma es una forma de sobrellevar la tensión. Entonces aparecen los memes y por más que en el fondo muchos quisiéramos que la selección gane, te das cuenta de que hay temor porque no somos una potencia.
Reconocer la calidad y el poder del rival, ¿es sentirse inferior o es realismo, no más?
– Creo que eso es ser realista. El problema es que, en la vida, muchas veces asumimos con gran convicción que no tenemos ninguna chance de ganar nada. “No tenemos chance y nos van a meter de a tres, de a cuatro”.
En el libro se incluye a Martin Seligman, el psicólogo estadounidense que trabaja la teoría de la indefensión aprendida, de la desesperanza aprendida: cuando uno tiene muchas derrotas consecutivas, es muy humano que empecemos a tirar la toalla, que empecemos a tener dudas, a perder confianza en nuestra propia eficacia. Y en el caso del partido con Argentina en Lima, mucha gente terminó identificándose con el rival como una forma de protegerse de una posible derrota, como finalmente ocurrió.
Esta desesperanza aprendida, ¿cómo confronta con la orientación biófila de Erich Fromm?
– Esto de la desesperanza aprendida creo que tuvo un remezón cuando logramos clasificar a Rusia 2018. Siempre hay un momento en que uno reduce la carga del fracaso aprendido. La gente decía “Nunca vamos a volver a un Mundial”. Y en el 2018, con todo y un golpe de suerte –porque nos cayeron un par de puntitos por un reclamo que hizo otro equipo–, logramos ir al mundial y allá nos calificaron como “la mejor hinchada del mundo”. Y cuatro años después faltó muy poco para llegar a Catar 2022.
Entonces, los chicos más pequeños, a diferencia de sus padres o de los que tenemos más edad, tienen en su memoria menos derrotas y fracasos directos. Con Ricardo Gareca se rompió el ‘maleficio’ y nuevamente aparecieron esas esperanzas de no decepcionarnos tan rápido, de entender que todo es un proceso largo.
Cuando Fromm habla de la biofilia se refiere a una actitud, a una orientación que tienen las personas que apuestan por la vida en todas sus manifestaciones, una vida constructiva, con sentido. Son los que quieren hacer las cosas bien. Pero, al mismo tiempo, siguiendo la tradición psicoanalítica, él sabía que en la criatura humana hay también una orientación que nos lleva a la destrucción, a mandar todo al diablo, a seguir con problemas, a no realizar ningún tipo de cambio. Y a eso le llama ‘necrofilia’, no en el sentido sexual, sino en el sentido de inclinación por la muerte…
Una pulsión…
– Claro, esa tendencia que a veces encontramos, por ejemplo, en adictos que a pesar de estar “limpios” dos o tres meses, pasan por la bodega, ven una botella de alcohol y la compran sin saber exactamente por qué, a pesar de que ya están mejorando. La tradición psicoanalítica dice que en nuestra mente y en nuestra alma habitan esas dos posibilidades: la de avanzar y crecer, pero también la de destruir y destruirnos.
¿Tu dirías que los peruanos preferimos pelear por el fútbol porque, en el fondo, no queremos tocar los temas realmente importantes?
– Eduardo Galeano tiene una frase genial: “El fútbol es lo más importante de lo menos importante”. Y eso es cierto. El fútbol es una de esas actividades que nos distraen, nos relajan, nos hacen felices unas horas o unos días.
Pero si no hubiera fútbol, si no hubiera deportes, música, arte, si no hubiera cine ni conciertos, la vida sería mucho más insoportable. Porque solo quedaría la esfera política, la esfera pública. Y sabemos que por ahí no encontramos muchas alegrías ni esperanza.
Entonces el fútbol –y esto lo saben todos los gobiernos– es un distractor, el fútbol tiende a hermanar, a unir; con el fútbol aflora esta especie de colectivismo. Un amigo me decía: “La selección gana y al día siguiente los choferes parecen contentos, hay menos accidentes, menos peleas”. Habría que corroborar si es así, pero por unos días la gente parece más dispuesta a compartir con los demás.
Cuando esa satisfacción colectiva no existe, la búsqueda del futuro se hace más bien individual. ¿Así caemos en el inevitable “cada uno en lo suyo”?
– Bueno, el humano es un ser gregario, tiene la necesidad de formar un colectivo. Entonces, dicen que cuando no hay esa satisfacción grupal, también está ahí el colectivo para renegar en conjunto, para hacer catarsis colectiva. Entonces, cuando el Perú juegue con Venezuela en Lima, el estadio va a estar lleno, seguramente. Y es que también hay toda una parafernalia publicitaria en la que se juega mucho con la idea del patriotismo…
Con el ‘Contigo Perú’…
– Sí, también. Por unas horas, el ambiente nos alegra, nos motiva, renueva la esperanza, aplaca esa voz negativa que tenemos dentro y que nos interpela: “¿Y si no ganamos?”. El fútbol es un reforzamiento intermitente: alguna vez se gana, en ocasiones se empata, muchas veces se pierde.
Cuando el equipo pierde el consuelo llega de la mano de una frase: “Bueno, esto es solo fútbol”.
– Sí, cuando las cosas van mal “es solo fútbol”. Pero cuando las cosas marchan bien, tenemos al menos unos días para hinchar el pecho.
¿Hasta que la economía o la política nos devuelve a la realidad?
– Es que el fútbol mueve masas, mueve mucho dinero. Gamarra lo sabe muy bien; las cervezas hacen mucha publicidad, los bancos empiezan a embanderar sus agencias, salen los futbolistas que son, hasta cierto punto, referentes en las campañas, los restaurantes invitan a ver el partido y sacan ofertas. El fútbol es una de esas actividades que nos invitan a consumir, a comprar, a gastar. Y nos alegra porque nos hace creer que no estamos solos, que hay algo que se llama peruanidad y que la compartimos.
Pero, además, el fútbol reconfigura la aspiración: muchas familias ven en el fútbol la salida de la pobreza. Antes se decía “El que estudia triunfa”, ¿y ahora?
– Claro, sí. En los partidos de menores, mamás y papás se pelean con los árbitros y están muy interesados de que sus hijos destaquen, para que luego puedan ascender a la siguiente categoría y luego llegar a un equipo de primera división. Hoy por hoy, si un chico juega bien podría ser un futbolista profesional. Y es muy probable que en los equipos más importantes se asegure no sé si la vida, pero sí un sueldo que está muy por encima del promedio en el Perú. Entonces, eso del que estudia triunfa podría ser reemplazado por “El que mueve bien la pelota, triunfa” o “El que sale en televisión y logra fama también triunfa”. Triunfar podría entenderse como tener dinero, aunque no es solamente eso.
Desde mi punto de vista, la fama no equipara al dinero: alguien puede ser famoso, pero no adinerado.
– Claro. En los medios vemos a gente que es muy famosa por sus escándalos. Y dependiendo ya de la escala de valores del medio, a veces los posicionan, los entrevistan. Varias chicas han salido en televisión a contar su vida en sillones rojos y les han pagado una barbaridad. Entonces, creo que fama y dinero están amarrados. Y eso se traslada al fútbol: muchos chicos quieren llegar a ser futbolistas, como muchas chicas quieren ser cantantes de cumbia o actrices de televisión. Y una réplica de eso la vemos en las redes sociales: el Tik Tok está lleno de comediantes y bailarinas.
¿Y eso es algo insano, en el sentido de no sano?
– Depende de lo que se promueva. O sea, no satanizo a los medios, las redes ni la televisión, pero depende de qué contenido hablemos. Porque tú sabes mejor que yo que los medios, las redes, la televisión pueden informar, contribuir con la educación, mantenernos atentos a lo que pasa a nivel local e internacional. Pero existe también otro tipo de empleo de las redes y los medios: para hacer dinero, para crear escándalos…
Para manipular…
– Sí, para manipular, para matar el tiempo, compartir bobadas, para no profundizar en nada, ¿no? Te debe haber pasado alguna vez, cuando dices: “¡Oye, ya mucha bobada!”. Creo que hay un momento en que uno debe parar.
(FIN/Ensayo General)
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Si es cierto el deporte, el fútbol, el arte nos relajan y nos dan salud mental, pero no debemos cerrar los ojos a la politica para ver nuestra realidad y cambiarla, reconstruyendo la politica como servicio del bien común y no intereses propios y egoistas. Tenemos que crear líderes y hombres de bien que dirijan nuestra sociedad con ética e integridad, de tala manera que la politica ya no nos de dolores de cabeza. Gracias.