“El impulso de una política cultural es indispensable para el desarrollo del país”

Entrevista: María Ynés Aragonez

Carlos Victoria vive y respira artes escénicas. Y en sentido no tan figurado, también es hijo del teatro: la primera vez que subió a un escenario era un recién nacido de apenas 18 días. Más tarde, tuvo que trabajar fuerte para construir su propio camino en el arte, independiente de la figura de su padre, el primer actor nacional Enrique Victoria.

Migró a República Dominicana como parte de ese proceso de afirmación y, haciendo cuentas, a la fecha tiene más de cien participaciones en montajes de teatro, producciones de cine y series de televisión.

Para Carlos Victoria, es indispensable el compromiso del Estado y la empresa privada con la cultura y el apoyo a las artes en general –teatro, música, pintura, etcétera– porque esa es la única manera de lograr “un país fuerte y con identidad”

‘Ensayo General’ conversó con él respecto a la realidad del teatro peruano y constató que, a sus 72 años, es “una enciclopedia viva de la historia del teatro del siglo XX”, además de un investigador apasionado de las artes escénicas.

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Has nacido y vivido de un escenario a otro. ¿Qué es el teatro para ti?

–El teatro es todo, es a lo que me dedico, a lo que me entrego, lo que me gusta hacer. Me encanta subir a un escenario, lo disfruto, es algo maravilloso, es mi vida.

¿Cuánto pesó en tu carrera el ser hijo de uno de los grandes actores nacionales?

–No fue fácil, para nada. En un principio fue muy difícil. Me fui del país para ver si realmente dejaba de ser “el hijo de Enrique Victoria” y me convertía en Carlos Victoria. Afortunadamente, gracias a mi trabajo y al empeño, llegué a República Dominicana, donde desarrollé una carrera de seis años, logré premios, hice mucho teatro, televisión y luego volví al Perú cuando se acabó ese ciclo. 

Regresé a Perú y, poco a poco, me fui dando cuenta de que ya era yo, Carlos Victoria, y que Enrique era el papá de Carlos.

¿Cómo ha sido tu formación artística?

–Exactamente mi formación se ha dado en las tablas y con las enseñanzas de mi padre. He llevado talleres de distintas cosas. Esa ha sido mi formación: las tablas, mi padre y todo lo que he aprendido de los compañeros, viéndolos y trabajando con ellos.

Carlos, cuando alguien finge algo, se dice “Está haciendo teatro”; cuando hablamos de política, decimos “Todo esto es una farsa”. ¿Cómo te sientes tú, un hombre de teatro, cuando se hacen estas analogías?

–Debemos tener claro que los padres de la cultura, de esta civilización –los griegos–, llamaban a los actores ‘hipócritas’. Sin embargo, ahora el concepto ha cambiado: los actores expresan lo que sienten, contamos una historia.

Pero hay muchos que se han quedado en eso, en el ‘hipócrita’, gente que lo único que hace es fingir; no es un actor o una actriz, es gente que miente. Quedarse en esa figura es utilizar la actuación para tratar de evadir cosas. 

¿Qué has visto como evolución del teatro peruano, en las últimas décadas, y en paralelo cómo se ha transformado la televisión?

–Hay puntos muy altos en la televisión peruana, pero, desgraciadamente, ese afán de ganar dinero sin pensar a futuro, sin pensar en lo que puede pasar, se ha tumbado excelentes trabajos en la televisión.

Soy velasquista. Velasco tomó el poder cuando yo tenía 17 o 18 años. Soy peruanista, me gusta todo lo peruano, y encontré en Velasco ese apoyo a estas ideas. El apoyo que Velasco le brindó a la cultura fue increíble. 

Es el único momento en la historia del Perú en que un gobierno se ocupó de tener una política cultural: buena o mala, podemos discutirlo, pero tuvo una política cultural, lo cual era muy importante para el desarrollo de nuestro país.

En la televisión se hicieron cosas muy buenas, las tradiciones de Ricardo Palma, teatro universal, teatro nacional. Mi padre hizo una temporada de 46 comedias peruanas, en teatro popular peruano se hicieron cosas muy buenas. Había cosas realmente bien trabajadas pero, desgraciadamente, con la salida de Velasco desaparecieron. Y desaparecieron porque eran un logro del gobierno militar y por eso mismo había que ocultarlo: eso fue lo que hicieron, en parte, Genaro Delgado Parker y toda su gente.

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Amores de un siglo. 2009. Foto: Difusión.

¿Reconocer tu velasquismo te ha cerrado alguna puerta?

–Nunca he tenido problema con reconocer mi velasquismo, pero tampoco se me han cerrado puertas. Yo soy muy sincero, muy claro en ese sentido.

Sin embargo, en la lectura histórica del periodo del 68 al 75 el saldo es negativo…

–¿Cuándo ha ido a ver teatro la esposa de un Presidente? ¿Cuándo realmente la gente del Gobierno, del Estado, ha ido a ver teatro? Y allí iba doña Consuelo González de Velasco, con toda la sala de teatro llena. Llegaba encantadora y para los actores el mensaje era: “¡Caramba, el Estado está preocupado por nosotros!”. Recordemos que en esa etapa nació Yuyachkani, Cuatro Tablas, Tiempo Nuevo y que el Estado compraba entradas para entregar a todos los trabajadores, llenaba los teatros. Entonces, teníamos público constantemente.

¿Y ahora tenemos un problema con la creación de públicos?

– Hay una oferta increíble de teatro; cada puesta es mejor que la otra, pero no hay público, no hay personas que vayan. No se enteran o no pueden pagarlo. Y no hay espacios, todo se pone mucho peor, porque se está adoptando la figura de hacer dos días de función de una obra de teatro a la semana y dos días otro grupo. El grave problema del teatro en el Perú es la infraestructura, no hay infraestructura.

El Teatro Nacional es la cosa más bella, es un espacio hermoso, pero es un elefante blanco; al Estado le cuesta una fortuna pagar a todos los trabajadores y mantenerlo. Fue una tontería porque en lugar de hacer un solo teatro se debió construir diez salas alrededor de Lima, de sólo 300 butacas. Eso hubiera quedado genial, nos hubiéramos disgregado.

Queda claro que, desde tu perspectiva, “el gobierno de Velasco es el único que ha tenido una política cultural”. ¿Cuáles eran los elementos centrales de esa política?

– El nacionalismo. Primero que todo, el nacionalismo, amar lo peruano, el darle el apoyo realmente al artista peruano, al teatro peruano, a las artes. Eso fue lo que hizo el gobierno de Velasco y nadie lo puede cambiar, está en la historia.

Aquí falta peruanismo, en general. Al empresario peruano no le interesa la cultura porque la cultura no da réditos, entonces “para qué voy a invertir en eso”. Si no va a dar respuesta inmediata, no quiere invertir, porque no te dará plata. En este país, todos somos del momento.

¿Qué otro momento resulta clave, cuando uno quiere entender la cultura o el arte en el Perú?

–No hay otro, no hay apoyo. Del gobierno, nunca: ni antes ni después. Velasco representa un punto de corte. Si nos ponemos a revisar gobierno por gobierno, no hay nadie, ninguno.

¿Qué sensación te causa eso?

–Indignación. Porque las clases dominantes se han dado cuenta que con un pueblo inculto es más fácil gobernar. 

Es un tema coyuntural, pero justo ahora se intenta legislar para que la televisión programe producción nacional…

–Pero, ¿qué producción nacional ponen? En la televisión se pone bastante producción nacional, pero, qué ponen: los cómicos de la calle. Respetable su trabajo, los admiro, los veo y me río, pero, ¿en la televisión?

¿Qué nos pueden dar los cómicos de la calle, qué nos pueden dar los programas reality? No nos dan nada cultural, no hay nada, absolutamente nada. Y eso que yo sí soy de los que creen que se puede mezclar el entretenimiento con la cultura y, así, enseñar.

Hicimos las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma. ¿Por qué no hacer, por ejemplo, historias y leyendas del Perú, producciones que nos van enseñando, que van dando cultura y al mismo tiempo entreteniendo al público? Sí se puede hacer producciones agradables y entretenidas.

En los años 60, la televisión mexicana hizo una telenovela, ‘La Emancipación’, una historia de amor: la vida de la protagonista desde que tenía 18 años hasta que cumplió 90, su vida a través de la Independencia de México. Nos mostraban batallas y el Estado ponía al Ejército a trabajar como extras. ¡Qué bonita producción!

¿El teatro como formato –ese acto de reunir personas en una sala para mostrarles una historia– es lo que no está funcionando?

–Exacto, porque estamos acostumbrándonos a tener todo en “un aparatito chiquito” que se cambia si ponemos el dedito. Ya no contamos con la vivencia de estar frente a un escenario, ante seres humanos que están creando unos personajes para entregar una historia extraordinaria.

Tuve la experiencia de llevar un amigo a una función, él nunca había ido al teatro y pude comprobar su emoción: lo más importante es la interacción con el público.

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Carlos Victoria: «Yo sí soy de los que creen que se puede mezclar el entretenimiento con la cultura y, así, enseñar». Foto: Ensayo General.

¿Qué hacer?

–Llevar teatro a los colegios, que el Estado apoye para que los alumnos tengan una clara visión de la cultura. Pero no sólo teatro, también música, la Orquesta Sinfónica Nacional, conciertos, llevarlos a los museos para que sepan que somos un país fuerte… ¿Cómo puedo pedir a las generaciones jóvenes que amen algo que no conocen? A generaciones que no tienen un acercamiento a eventos culturales… El impulso de una política cultural es indispensable para el desarrollo del país.

Pero, no solo en Lima, ¿no?

–Sí, hay que mirar hacia adentro. En provincias hay gente que está habituada al teatro, a la cultura y a la educación. En los años 40 y 50, había muchos grupos de teatro en Ayacucho, en Cusco, había compañías itinerantes que se movían por su propio esfuerzo. Todo cambió cuando la entrada costaba 5 soles y le pusieron un sol extra de impuesto a cada butaca. Allí terminó todo.

Es cierto, para algunas familias los precios de los boletos implicarían todo un presupuesto. ¿Cómo competir en esas condiciones?

–Tiene que entrar el Estado, la empresa privada. Por ejemplo, en República Dominicana hay ese famoso descuento que quitó Belaunde: cuando las empresas apoyaban y compraban entradas y eso servía para el pago de impuestos. Apoyar a la cultura se podía deducir de tus impuestos.

(FIN/Ensayo General)

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PROYECTOS EN MARCHA

[*] ‘Esas tías’. Comedia que nos sumerge en la vida de dos adultas mayores que reviven sus épocas doradas, con música, amores, desamores, canciones, bailes, chismes, juergas y pecados. Esta comedia musical es una celebración de la vida y demuestra que no hay límite de edad para ser feliz. Carlos Victoria actúa junto a Paco Varela. Se presenta hasta el 2 de julio en el teatro Cafae de San Isidro: viernes, sábados y domingos a las 8:00 p.m. (Av. Arequipa 2895, San Isidro).

[*] ‘Playlist de cumpleaños’. Drama basado en la experiencia vivida por Carlos Victoria, escrito con respeto y ternura por el dramaturgo Mario Zanatta. La historia tiene como hilo conductor un repertorio musical que trae consigo la exacerbación de sentimientos como la soledad, el miedo, el amor y el desasosiego.

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