‘Rastros familiares’: Tras las huellas de José María Eguren

Escribe: Osmar Gonzales Alvarado (*)

A 150 años del nacimiento del poeta, José María Eguren, compartimos los comentarios de Osmar Gonzales al presentar el libro postumo de Isabel López Eguren: Rastros familiares. José María Eguren, orígenes y trayectoria de la familia Eguren en el Perú, un texto que nos ayuda a redescubrir el espiritu del primer simbolista peruano.

Los motivos de Isabel

Isabel era sobrina bisnieta del poeta; trabajó en la Biblioteca Nacional varios años, desde mediados de los noventa hasta fines de los dos mil; su madre y tía, bibliotecarias, también habían laborado en la institución, al igual que su padre, igual que su abuelo materno. Pero el motivo definitivo fue su propio libro, un estudio que descubre elementos de la familia Eguren y de José María, que contradicen aspectos que se han repetido erróneamente sobre él y su entorno familiar.

            Sentí gratitud por la invitación hecha por Cecilia Ferrer, pues me desempeñé como director técnico en la BNP desde fines del año 2001, cuando regresé a Lima, y trabajé en la gestión de Sinesio López; igualmente agradezco al jefe institucional, Boris Espezúa, que tuvo la cordialidad de acompañarme en la charla. Además, mantuve una relación de pareja con Isabel por veinte años, por ello aproveché la ocasión para intercalar anécdotas personales con referencias a su libro sobre los aspectos más destacables.

            Conocí a Isabel cierto día de octubre cuando se abrió la puerta del ascensor y me recibieron un par de ojos enormes, profundos y hermosos. Inmediatamente, me rendí. Empezamos a conversar y a conocernos; una de las primeras cosas que me comentó Isabel es que quería escribir un libro sobre su familia, con documentos que solo se conocían en su hogar. Incluso me dijo el nombre que pensaba ponerle: Rastros familiares, el que se mantuvo hasta su publicación. La animé a cumplir su proyecto, que también era su sueño.

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El gran dato: la corrección necesaria

Isabel fue enfática en señalar un descubrimiento crucial: la fecha de nacimiento del poeta. Con la Libreta de Conscripción Militar, Isabel mostraba que el día real de nacimiento de José María es el 8 de julio de 1874, y no el 7, como nos han enseñado desde el colegio. Obviamente le pedí que me mostrara el documento y estaba en lo cierto.

            Esta conversación la sostuvimos hacia fines de 2001, lo que implica que Isabel ya había pensado en su libro por lo menos dos o tres años, el cual apareció en 2021, es decir, veinte años después. Demoró, pero cumplió la promesa que había hecho a su madre, doña Josefina. No sé cuáles son los juegos de la mente o del espíritu que guían nuestras acciones y que no acabamos de comprender. Isabel en todos esos años avanzó lentamente secciones y fragmentos no necesariamente conectados, pero desde el año 2020 se puso a escribir consistente y constantemente lo que sería Rastros familiares. En nueve o diez meses hizo lo que no había hecho en los 19 años anteriores. ¿Por qué? ¿Qué sabía, qué intuía, qué sentía, que la llevó a acelerar los plazos? Isabel falleció el 1 de abril de 2022, a solo un año de haber publicado su libro. Felizmente, pudo disfrutar del éxito de su trabajo por entrevistas que le realizaron y salieron publicadas a toda página en los principales diarios del país, así como por comentarios en distintas publicaciones y páginas virtuales, del Perú y del extranjero. Se sentía orgullosa y satisfecha, y tenía toda la razón para ello.

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La historia familiar

Isabel fue recolectando información sobre el poeta y su propia familia. Descubrió que el primer Eguren que vino al Perú se llamó Andrés y que vino a administrar la tabacalera de Chachapoyas, en tiempos del virrey Abascal, hacia 1810. También que don Andrés tenía prestigio de administrador eficiente y honrado, y que en Chachapoyas conocería a quien sería su esposa, doña Josefa Cáceda, con quien tuvo 13 hijos. He aquí el objetivo de Isabel: describir el proceso de nacionalización, o de peruanización, de los Eguren.

            Un tío del poeta, Baltazar, fue autoridad en dicha Chachapoyas, además de ser caritativo y aventurero. Otro hijo del matrimonio Eguren-Rodríguez, llamado José María, padre del poeta, trabajó cuatro décadas en el congreso, representó a Loreto en tiempos de la república, y mostró consciencia cívica. Don José María se casó con Eulalia Rodríguez Hercelles (emparentada con Toribio Rodríguez de Mendoza y otros próceres de la independencia) con quien tuvo 11 hijos. Aquí, otra corrección: el autor de Simbólicas no estaba solo, como se ha sostenido con error; vivió en un hogar lleno y feliz.

Dos hermanos fueron cruciales para José María: Jorge e Isaac, defensores de Lima en 1881. La hacienda familiar, Chuquitanta, sirvió, según indicios, como depósito para guardar las armas de nuestros soldados. Con el paso de los años, llegó a ser propiedad de Isaac, quien además fue prefecto de Lima y asesor del presidente José Pardo y Barreda. Jorge es más conocido. Cacerista consecuente, se opuso a la rendición de Iglesias, a quien atacó desde el periodismo por lo que fue apresado. Posteriormente, sería diplomático y juez. De sus viajes traía libros para José María, como lo han relatado Estuardo Núñez y Mariátegui.

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Chuqitanta y el poeta

Los Eguren adquirieron notabilidad hacia fines del siglo XIX e inicios del XX. eran cultos, respetados, honestos y honrados, y habían demostrado su patriotismo. José María creció en un ambiente virtuoso. Sus primeros años los pasó en su casa de la calle Divorciadas. Empezó a estudiar en La Inmaculada, pero con el estallido del conflicto bélico debió vivir en Chuquitanta, y descubrió el placer de caminar y de absorber lo que la naturaleza ofrecía.

En la hacienda, Eguren observó la variedad cultural del Perú. Nunca salió del país, pero de sus experiencias vividas intensamente brotó la inspiración. Sin viajar fuera del país, ni de Lima, Eguren fundó la etapa cosmopolita de nuestra poesía, como diría Mariátegui. Luego vivió en Barranco, en donde establecería amistad con el mencionado Núñez y con Martín Adán, muy jóvenes entonces. Hacia fines de los veinte se mudó al centro de Lima, y fue entonces que el poeta José Gálvez le consiguió trabajo en el ministerio de Instrucción. Aquí es necesaria otra aclaración: es falso que el poeta recorriera a pie todos los días desde Barranco hasta el centro de Lima para ir al trabajo. Ya vivía en la Av. La Colmena.

Tampoco es cierto que el poeta debía caminar por falta de recursos, como lo dijo repetidamente Núñez, afirmación que la familia Eguren aclaró en varias oportunidades, especialmente una sobrina suya, Teresa Berninzon, quien le iría proporcionando a Isabel documentos (diplomas, certificados, cartas, fotografías), con los que fue enriqueciendo su argumento, y microfotografías desconocidas que fueron publicadas en Rastros familiares.

Luego de la muerte de nuestro poeta, otros miembros de la familia siguieron formando parte de momentos importantes de la vida nacional. Josefina Eguren, madre de Isabel, además de trabajar en la BNP, formó, con María Bonilla, la biblioteca de Miraflores. Don Isaac, padre de Josefina y abuelo de Isabel, fue alcalde de Barranca y contador de la BNP. Isabel creció, pues, rodeada de historia y fue depositaria de un legado de cultura. Por el lado paterno, su familia estuvo imbricada con los Basadre y los García Calderón.

Isabel partió joven, a los 52 años, pero no lo hizo sin antes escribir y publicar el libro que siempre soñó. Estaba orgullosa por haberlo conseguido y feliz por los comentarios que recibió. A mí solo me quedó contemplarla y compartir su felicidad.

(*) Las opiniones expuestas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Ensayo General.

Osmar Gonzales Alvarado es doctor en Ciencia Social por El Colegio de México. Ha sido director técnico de la Biblioteca Nacional, agregado cultural en Argentina, director de la Casa Museo José Carlos Mariátegui. Además es profesor universitario y autor de poco más de treinta libros sobre intelectuales y pensamiento político.

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