“Recordar, c’est vivre à Nouveau, una obra para pensar y sentir la migración, la ausencia y la memoria

Recordar, c’est vivre à nouveau – Recordar es volver a vivir, es una obra escrita e interpretada por David y Marisel Méndez Yépez, puesta en escena por Ilyas Mettioui, y adaptada por el cineasta y teatrista peruano Josué Méndez, primo hermano de los autores.

La presentación llegó al Perú en el marco de las festividades de la Francofonía y por invitación de la Embajada de Bélgica en Lima y se presentó en la Casa Yuyachkani, en tres funciones de ingreso libre, con posibilidades que se pueda volver a montar en otras fechas y espacios. Antes se presentó en Bruselas y después en Arequipa.

En la obra, una hermana y un hermano convocan el pasado y el presente, Bélgica y el Perú, la madre y el padre, el castellano y el francés, los vivos y los muertos, la risa y la ausencia, en un diálogo donde la memoria familiar y la historia colectiva se entrelazan en una obra íntima y conmovedora sobre identidad, herencia y reconciliación.

“Recordar” es un espectáculo de David Méndez Yépez en coproducción con Le Rideau de Bruxelles. Con el apoyo de Wallonie-Bruxelles Théâtre Danse (WBTD), Wallonie-Bruxelles International (WBI), Centre culturel du Brabant wallon, Lugar de la Memoria y la Embajada de Bélgica en Lima.

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Una puesta en escena intima desde la migración y la memoria. Foto: Difusión.

Reseña de Osmar Gonzales Alvarado (*)

Hace unos días, y por invitación de Rolando Ames, asistí a la presentación de Recordar es volver a vivir, una obra de teatro que se presentó en Lima en el local de nuestra icónica compañía teatral, Yuyachkani, protagonizada por David y Marisel Méndez Yepes, hijos de Víctor Méndez y de Isabel Yépez, sociólogos, profesores universitarios y militantes de izquierda que se establecieron en Bélgica desde los años 80, con la pequeña Marisel. David nacería luego en aquel país.

El título refleja exactamente el contenido de la obra, pues se trata del conflicto interno que los cuatro, padres e hijos, afronta como todo migrante, el que debe decidir entre el establecimiento en el país que los acogió o regresar al de su raíces familiares y culturales.

Desarraigo y adopción

De alguna manera, hace recordar las memorias de Tzvetan Todorov, quien después de muchos años pudo regresar a su país natal, Bulgaria, de donde debió salir por razones políticas, adoptando a Francia como su otra patria. Señala Todorov que se siente dividido entre su identidad primigenia, búlgara, y la que asumió en Francia, país que lo acogió y en donde desarrolló su importante trayectoria intelectual. Se trata de un proceso simultáneo: de adopción y de identificación.

Similar trayectoria es la del pensador libanés Amin Maaluf, quien igualmente se refugió en Francia por circunstancias políticas, pero que a diferencia de Todorov sentía que era dueño de una identidad no dividida, sino alimentada por dos vertientes, la libanesa y la francesa.

En ambos casos, se trata del mismo conflicto entre lo propio y lo adoptado, entre el desarraigo y la nueva vida en tierras ajenas, al menos en un principio, pues con los años se pudieron integrar plenamente al país que los recibió.

Lo cierto es que lo primigenio no se olvida, como decía Gabriel García Márquez, el olor de la sopa que preparaba la mamá cuando uno era niño queda para siempre en el corazón. Ni el cosmopolita Mario Vargas Llosa pudo escapar de este designio, como lo pudimos escuchar en su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura. Por más esfuerzos que hiciera, y artículo que escribiera desdeñando el sentimiento nacional, sus recuerdos fundamentales están profundamente arraigados aquí.

El recuerdo de lo primordial es tan grande que se mantiene a lo largo de toda la vida, y se transmite en el propio hogar. Marisel casi no vivió en el Perú y David nació en Bélgica, pero sus padres supieron transmitirles ese sentido de pertenencia indispensable: el Perú se grabó en sus sentimientos a partir de sus conversaciones, fotos, canciones (valses) y más.

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El diálogo entre generaciones

Recordar es volver a vivir es, por ello, tan sentimental y conmovedora. Es el diálogo de los hijos con sus padres, Víctor ya fallecido e Isabel en Bélgica, y “recuerdan” cosas que no vivieron pero que asumieron como parte de sus propias vidas. En sus evocaciones está presente la filiación socialista de los padres, un aspecto ineludible en las conversaciones en la mesa familiar.

Al principio de la obra, Marisel y David interpelan en el diálogo imaginario y simbólico con sus padres sobre el proyecto de vida que los marcó: “queríamos cambiar el mundo”. Algo que todavía debemos querer, y con más intensidad incluso en estos tiempos de desazón, corrupción, injusticia y abuso de los poderosos globales y locales. Desde ese momento, el espectador es capturado por un sentimiento de nostalgia, más incluso cuando nos reencontramos con rostros después de tantos años, que ya no son los mismos y que nos recuerdan lo que hicimos, lo que no hicimos o hicimos mal. Ahora el cine, el teatro o la presentación de libros son ámbitos de reencuentro, aunque sea fugaz, de la izquierda.

Marisel y David nos obligan a sopesar y reevaluar las pérdidas sufridas en el tiempo del senderismo, pero también los triunfos alcanzados y las derrotas, las herencias que recibimos y, en los casos de Marisel y David, la que recogen de sus padres, Víctor e Isabel, a quienes en diferentes momentos –deseo mencionarlo– tuve como profesores, y a los que recuerdo como buenas personas.

Pensar desde la izquierda

La obra nos hace pensar en la izquierda y en la oportunidad que no supimos, o no pudimos, aprovechar, pero también en las lecciones de heroísmo que nos dejaron los militantes que sufrieron tanto por Sendero Luminoso como por la represión desplegada, incluso perdiendo la vida muchos de ellos. María Elena Moyano y su sacrificio viene a la mente.

¿Cómo reconstruir la identidad ahora? Marisel y David buscan esos caminos desde su doble nacionalidad, pero siendo siempre más peruanos, lo que no es obstáculo el amor a la humanidad, como subraya la filósofa Martha Nussman.

¿Cómo transmitir a las nuevas generaciones las ideas y convicciones? Creo que es algo que no hemos conversado todavía, quizás hay algo de temor en hacerlo, pero que en algún momento debe ocurrir. Marisel y David sí se atreven. Para ello recurren a un artificio: abrir las cajas de lo vivido que nos permita pensar en el presente. Es decir, el diálogo intergeneracional. Abramos las cajas del tesoro y hablemos, volvamos a aproximarnos renovándonos.

Las voces de los padres

Los actores recurren a otro artificio para establecer dicho diálogo. Intercalan en su interpretación la irrupción de las voces que representan las de sus padres, quienes ejercen el papel de interlocutores mediante recuerdos, humor, penas y alegrías. En el momento que puede considerarse como el más reflexivo de la obra, como conversaba con Félix Grández, David interpela a su padre sobre la manera de cambiar el país, ya no puede ser la revolución, pero entonces ¿cómo hacerlo ahora? Fue una inquisición que quedó sin respuesta. Esta es posiblemente la pregunta más crucial que debe abordar la izquierda para reconstituirse. Nuevamente, emerge la urgencia del diálogo.

La obra conmueve por su mensaje y por los recuerdos que evoca, especialmente la injusticia que surcó la conciencia del país en los años 80. Algo que en los actores cobra una relevancia profundamente sentimental y familiar, pues su tía Adelaida, sufrió prisión por ser acusada de terrorista, de manera injusta, precisamente. Su inocencia pudo ser demostrada por el tenaz esfuerzo de su hermano, Víctor Méndez. Luego de varios años, la tía Adelaida volvió a la libertad. Esto abrió paso a otro momento emotivo cuando, al finalizar la obra, Marisel y David la presentan al público, que la aplaudió de pie. Adelaida fue una heroína que pasó por lo que no debió pasar nunca, pero que soportó con valentía y sigue enfrentando la vida con ternura. Representa un ejemplo que guía en la afirmación de que todavía debemos querer cambiar el mundo.

Coda

David es músico, y su hermana es doctora que viaja por el mundo ayudando a personas mediante su labor con Médicos del mundo. Marisel, que lleva el nombre de un poema de Juan Gonzalo Rose, es el mismo nombre de mi hija que se quedó a vivir en México, pero al igual que Davis y su colombroña, no ha perdido el amor por nuestro país.

(FIN) Ensayo General

Osmar Gonzales Alvarado es doctor en Ciencia Social por El Colegio de México. Ha sido director técnico de la Biblioteca Nacional, agregado cultural en Argentina, director de la Casa Museo José Carlos Mariátegui. Además, es profesor universitario y autor de poco más de treinta libros sobre intelectuales y pensamiento político.

Fuente: Canal de YouTube

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