Los trabajadores 276 de la Biblioteca Nacional del Perú, un reclamo justo

Escribe: Osmar Gonzales Alvarado

La Biblioteca Nacional del Perú nació con el Estado peruano. Tienen la misma edad. Ambos han crecido juntos y se han acompañado, paso a paso, día a día, en estos 202 años de existencia. Sin duda, sus avatares y caminos están íntimamente ligados. La Biblioteca Nacional, al ser la entidad que preserva y resguarda el patrimonio bibliográfico-documental de nuestra nación, resume el alma del país, es la fuente de su identidad, protege su memoria colectiva. Esto no es poca cosa.

Como peruanos, tenemos el orgullo de que nuestro país sea cuna de civilización, al igual que China, Egipto, Grecia o Roma, por eso siempre resaltamos nuestro pasado, el legado de las múltiples culturas que coexisten en nuestro suelo y que nos dan forma espiritual y sentido de pertenencia.

En cada oportunidad que se ofrece exaltamos la importancia civilizatoria del Perú. Sacamos pecho por Machu Picchu, Caral, por la gastronomía, por nuestros poetas y escritores, por nuestros creadores e intelectuales que nos han provisto de arte y pensamiento, de sabor y color, de pasado y presente… En consonancia, la Biblioteca Nacional del Perú debe ser expresiva de tanta riqueza cultural, precisamente por nuestra condición de ser cuna civilizatoria.

Si bien tenemos todo el derecho de sentir tal orgullo, este no puede estar dirigido solo al pasado sin preocuparnos por el ahora y el porvenir. Con justicia, el presente nos exige reconocimiento de aquellas instituciones que, incluso con dificultades, siguen cumpliendo con sus responsabilidades y que hacen posible que ese legado se siga manteniendo y proyectando en el tiempo. En otras palabras, tengamos en consideración que no todo es pasado e instituciones; también existe el presente y personas concretas que se esfuerzan permanentemente para cumplir con eficiencia sus obligaciones.

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Los trabajadores tienen el reclamo de tener salarios justos. Foto: Difusión.

¿Cuál es el sentido de estas líneas de preámbulo?

La finalidad es sencilla: llamar la atención en que no es suficiente considerar a la cultura como una herencia sin movimiento ni vida, y relevar el papel que en ella le corresponde a nuestra Biblioteca Nacional. Es evidente e indiscutible su importancia en el derrotero espiritual del Perú, parafraseando a Luis Alberto Sánchez. Sin embargo, sus trabajadores, especialmente los 135 nombrados ―los incursos en el régimen 276―, no reciben el trato digno que merecen de acuerdo con los años de servicio, que van entre los 20 y 30 años, que la mayoría de ellos ha cumplido en la llamada con razón “la primera institución cultural del Perú”, es decir, desde el tiempo del general San Martín. Son trabajadores que oscilan entre los 45 y 50 años de edad y que buena parte de ellos ya están próximos a su jubilación.

Ese mal trato se traduce en los bajos niveles de los salarios que perciben, para nada acordes con la labor que cumplen, ni con sus años de servicio, ni con la naturaleza de la propia institución y, menos incluso, con la importancia que esta reviste para nuestra cultura, de la cual siempre nos vanagloriamos. Indefectiblemente, amar a nuestras instituciones culturales implica la obligación de atender a sus trabajadores.

Pero vayamos a las cifras concretas. El salario más alto que corresponde a la categoría más elevada (F-3, de funcionario), incluyendo los ingresos por Cafae, suma 3001.25 soles; en el lado opuesto, el monto más bajo, que corresponde al Servidor Técnico C, más Cafae, es de 2467.25 soles. En promedio, aproximadamente, las pensiones que recibirían estos trabajadores cuando se jubilen oscilan entre los 400 y 800 soles, es decir, menos incluso que el salario mínimo vital (1025 soles). Pero aquí es necesario hacer una aclaración importantísima: el ingreso por Cafae no es pensionable. 

Tengamos en cuenta que estamos hablando de profesionales, especialmente bibliotecólogos, pero también de historiadores, conservadores, comunicadores, entre otros; y de técnicos que cumplen funciones de apoyo secretarial, de atención en salas, de resguardo de depósitos, de protección y custodia de las colecciones, y otras más. Son los que más conocen el funcionamiento de la Biblioteca Nacional, constituyen su base, y son los que enseñan a los nuevos trabajadores las tareas cotidianas de la institución. Aseguran la transmisión generacional de ese saber.

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En la BNP trabajan profesionales, especialmente bibliotecólogos, pero también de historiadores, conservadores, comunicadores, entre otros. Foto: Difusión.

En su esfuerzo mancomunado, los trabajadores de la Biblioteca Nacional catalogan, clasifican, ponen el material bibliográfico y documental al servicio de los ciudadanos; elaboran informes técnicos sobre documentos que después pueden ser declarados patrimonio cultural; al mismo tiempo, transcriben documentos antiguos, los resguardan, los restauran, muchas veces los rescatan de manos impropias, y los ponen al servicio de los investigadores. Asimismo, atienden al público en general y lo orientan; por medio del Sistema Nacional de Bibliotecas dictan charlas de actualización y preparan a los responsables de las bibliotecas públicas de todo el país. Todo esto sin contar los distintos soportes electrónicos, digitales y de otra índole con que cuenta y trabaja la Biblioteca Nacional.

La responsabilidad es exigente y la jornada laboral excede muchas veces las 8 horas, que tampoco es debidamente retribuida en cuanto a ingresos económicos. Gran parte de los trabajadores de la Biblioteca Nacional debe viajar entre dos y tres horas diarias (si no más) desde su hogar hasta la institución, restando tiempo para su descanso y para estar con sus familias o simplemente para descansar. ¿Ante todo lo descrito, reciben los salarios que merecen, que el Estado, que los peruanos todos les debemos retribuir?

En tanto su carácter cultural, son los llamados órganos de línea los que cumplen las funciones sustantivas de la Biblioteca Nacional, los cuales deben recuperar el lugar que les corresponde ya que han sido enviados a un segundo lugar de importancia en el actual Reglamento de Organización y Funciones (ROF), que da prioridad a los órganos de apoyo. Una distorsión absoluta que impide que la Biblioteca Nacional cumpla con su misión institucional. Con todo respeto, ni la oficina de administración, de planificación o de presupuesto pueden tener la prioridad como sí las tienen, por ejemplo, las direcciones de políticas bibliotecarias, de conservación de colecciones, de registro y catalogación de los documentos y bibliografía que resguarda la Biblioteca Nacional. Son instancias de apoyo, precisamente, de los órganos de línea. Hay que resguardar la sensibilidad cultural de la Biblioteca Nacional, no bastan las estadísticas para comprender su trascendencia.

Frente a esta tarea enorme, los montos de los salarios son, evidentemente, bajos e insuficientes. El Estado siempre ha mostrado desidia al respecto, nunca ha querido modificar esa situación; los funcionarios y burócratas apelan a la cultura muerta para sustentar su nacionalismo: orgullo por el ayer; el presente solo importará cuando sea pasado.

¿Se tiene derecho a seguir engolando la voz por nuestra riqueza cultural como si solo el pasado generara responsabilidades, dejando de lado a los trabajadores de hoy y las obligaciones que generan en el presente?

El amor por la cultura no solo se demuestra con las palabras, sino también, y, sobre todo, con los hechos, especialmente por parte de las autoridades y representantes políticos que tienen en sus manos la posibilidad de enfrentar el problema y darle una forma de solución. El apoyo a la cultura no puede ser solo el elogio de las creaciones y de la historia, es también velar por quienes trabajan en sus instituciones, como en la Biblioteca Nacional. El Estado tiene en sus manos la posibilidad de revertir esta situación; solo el Estado y las máximas instituciones políticas pueden hacerlo.

Pensemos especialmente en nuestros políticos. Cuántas veces hemos escuchado a los representantes decir, muy circunspectos ellos, que aman a nuestro país, que se sienten orgullosos de nuestro legado cultural prometiendo que afrontarán con toda diligencia los problemas que se presenten, porque están ahí exclusivamente por su amor al Perú. Esta es una excelente oportunidad para demostrarlo. Las palabras no bastan, por el contrario, sobran.

Sabemos de la calidad de nuestras autoridades, todos los días podemos dar fe de ello, persistente y dolorosamente. Por esta razón, la iniciativa que puede ayudar a los trabajadores nombrados de la Biblioteca Nacional debe provenir de aquellos que de alguna manera han mostrado interés por hacer de que el Estado y que los gobiernos de turno se despercudan de la imagen negativa que sus miembros han sabido construir con esmero por tantos años, gestión tras gestión, y que las encuestas refrendan persistentemente.

Alguna alternativa podrán idear las autoridades; incrementar los salarios de los 135 trabajadores en cuestión no representará un gasto excesivo para el Estado. Solo es justicia plena.

Los miembros del ejecutivo y del congreso nos dan en cualquier momento muestras del despilfarro que son capaces de cometer, especialmente cuando se trata del beneficio propio. Ahora tienen la oportunidad de ser representantes en el pleno sentido de la palabra, y atender las demandas de los ciudadanos.

Los 30 años de servicio de los trabajadores nombrados en nuestra institución cultural más antigua los avalan, y merecen el esfuerzo de imaginación que deben ejercer los políticos en un tiempo de recesión económica y crisis política.

(*) Las opiniones expuestas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Ensayo General.

(FIN/ Ensayo General)

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