Felipe Escalante: “El artista debe crear el arte, hay una obligación de evolucionar”

Escribe: César Chaman / Fotos: Juan Pablo Chaman

1.

Observa la materia por horas antes de dar el primer golpe de comba y, en silencio, negocia con la piedra y con la madera los términos de la creación. Cada vez que inicia un nuevo proyecto, detecta las vetas de la roca para sacarles belleza, imagina la dirección de las cinceladas, calcula la profundidad de las incisiones de su formón para labrar, en un cubo de roble, un rostro con sentimientos. Para Felipe Escalante Chuñocca, la obra comienza con la contemplación: la escultura es el arte de la precisión y la paciencia.

En la sala de su casa, en Los Ángeles de Vitarte, Felipe conserva una pequeña colección personal de sus obras en piedra, madera y piedra reconstituida. No las vende, pero cuando alguien le insinúa una oferta, el escultor fija el precio más alto, precisamente para que nadie las compre. Por una escalera de metal se llega hasta su taller, en la azotea solitaria y tranquila del cuarto piso, lugar donde descansa también el busto de Miguel Grau que trabajó en sus primeros años en la Escuela de Bellas Artes.

“No vivo por amor al arte, yo vivo ‘de’ mi arte: me visto de mi arte, como de mi trabajo, educo a mis hijos con mi arte”, afirma Escalante. En tono seguro, con voz acogedoramente grave, el escultor habla moviendo las manos, como si intentara –con esos giros de muñeca, con los dedos extendidos, los puños cerrados– modelar también una plástica de las palabras.

En el colegio Julio C. Tello de Fortaleza en Vitarte –donde hizo toda la primaria y la secundaria en los años 70 y 80– le organizaron hace poco un homenaje como artista destacado, cuando sus grabados comenzaron a circular por todo el país en las monedas de un sol que acuñó el Banco Central de Reserva para conmemorar el Bicentenario de la Independencia del Perú: las heroínas Toledo, Viscardo y Guzmán, María Parado de Bellido, Hipólito Unanue, Rodríguez de Mendoza –entre otros– pasaban de mano en mano gracias al trabajo de Felipe Escalante. Con una sonrisa, el escultor remarca la paradoja: el escolar que había repetido tres veces por bajas calificaciones era, ahora, el orgullo del plantel.

“¡Para nada! No era bajo rendimiento, sino rebeldía”, recuerda. El día que se lo propuso, barrió con todos sus compañeros en matemáticas, en la secundaria, y ocupó el primer puesto en su aula. Capacidad no le faltaba, pero él ya quería ser un artista: después de todo, le daba lo mismo lo que pasara con las ciencias y los números y, en cambio, dedicaba buena parte de su tiempo libre a dibujar.

En su taller, Felipe Escalante trabaja sobre una pieza de mármol. Foto: Juan Pablo Chaman.

2.

‘Los viejos arrechos’ es el nombre de una escultura en madera ficus que muestra tres rostros masculinos en una especie de trance, junto a lo que parece un falo erecto pero incompleto, rebanado a la altura del glande. Felipe ha llevado esta pieza a varias muestras, con la sorpresa de que –ya en sala– aparece con una leyenda cambiada: “Le ponen ‘Los viejos libidinosos’ o cosas por el estilo, como si les incomodara el título real”, advierte sin molestias.

La elección de sus motivos y personajes no es aleatoria; Escalante investiga antes de lanzarse al ataque sobre la piedra o la madera. Su escultura ‘El cura y la monja’ –por ejemplo– es arte y también alerta: se inspiró en sus lecturas de historia sobre el hallazgo de decenas de fetos ocultos entre los muros de un convento en el sur del Perú, fruto de religiosas embarazadas por sacerdotes… en el pasado.

Para crear, Felipe mira hacia afuera, pero también hacia adentro. En piedra granito, la pieza ‘El autor’ es una alegoría del alter ego: un pez chico o un pene con el prepucio arremangado del que emerge una redondez tímida para observar un mundo del que hay que cuidarse.

En la propuesta de Escalante hay tanto de figurativo como de abstracto. En cualquier caso, todas sus obras pueden apreciarse desde cualquier ángulo. “La escultura es 360”, afirma con autoridad, señalando algunas de las piezas de su colección privada: ‘Oiga, caballero’, ‘¡Meditando! El andino’, ‘Procreación’ y ‘Negro potón’. “El arte tiene un proceso: empecé con figurativo y pasé después a objetos que no tenían una forma específica –detalla–. El artista debe crear el arte, hay una obligación de evolucionar”.

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«Los viejos arrechos», escultura de Felipe Escalante en madera ficus. Foto: Juan Pablo Chaman.

3.

Mis padres son ayacuchanos, de Acos Vinchos, un pueblito a dos horas de Huamanga, un poco lejos. Yo nací acá, en Vitarte. A mí, el interés por el arte me viene desde la niñez.

Empecé con materiales como el barro y algunos objetos blandos, por ejemplo, el jabón y las botellas de plástico. Hacíamos cositas como jugando y de la nada salían figuras que tenían un mensaje. Empezaba con unos animalitos, unas casitas, y así comenzó mi interés por las formas, por el dibujo.

En el colegio, el arte es una materia olvidada. Todos me decían que yo no era para el estudio, por el simple hecho de que el arte me jalaba bastante. Creo que los profesores no entendían eso muy bien. Pienso que los maestros deberían ser unos descubridores: ‘Ah, si te gusta la literatura, entonces lee bastante’. ‘Ah, si te gustan los números, estudia eso’.

Hay una idea equivocada sobre el arte. Yo creo que el arte es como cualquier carrera: hay abogados buenos y malos, médicos buenos y malos, ingenieros buenos y malos. En el arte también es así. Creo que artistas hay muy buenos y, por eso mismo, pueden vivir de su arte.

Tengo una anécdota triste, de cuando estudiaba en Bellas Artes. En ese tiempo, tenía todos mis dibujos bien guardaditos, los buenos y los malos, los garabatos. Cada dibujo que uno hace, pasando los días o los meses, lo vuelves a utilizar para desarrollar tu arte. Como mi taller quedaba en el jardín de la casa, raras veces permitía que mis papás ingresaran allí.

Un día yo llego de la calle y encuentro mi taller… ¡limpio! ¿Qué pasó acá?, dije. Pero, al toque, el cerebro funciona a mil y pregunté: ¿Dónde están mis dibujos? Para mí, en ese momento mis dibujos eran lo más valioso. Las personas que no saben de arte, miran esos papeles, esas cartulinas, esos bocetos y no los aprecian. Eso había pasado: mis padres habían quemado mis dibujos. ¡Los quemaron!

Perdí toditito, unos 350 dibujos. Entonces dije: ¿Qué puedo hacer? Lo único que me quedaba era llorar… el sacrificio de tantos años, ¿no? Pero, sí, reconozco que dejaron mi taller bien limpiecito. (Risas)

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4.

“Entonces, hay una obligación de evolucionar”, recapitula el escultor, para sintetizar su proceso en 26 años de creación, contados desde su egreso de Bellas Artes: “No puedo hacer cabezas toda mi vida, ni torsos; tengo que desligarme de las figuras (humanas) y eso se logra con la investigación”.

Cada cierto tiempo, el artista necesita involucrarse comprometidamente con temas actuales, añade, sin la pretensión de dar recomendaciones. “Ya aprendí dibujo, ya sé anatomía, entonces me meto en todo lo que es geometría”, comenta, avanzando escaleras arriba, en una suerte de preámbulo para mostrarnos los trabajos que ocupan sus noches en esta temporada fría de julio, antes de su próxima exposición.

Junto a dos mesas de carpintero pobladas de cinceles, combas de goma, brochas empolvadas, escofinas grandes, espátulas chicas, lijas de agua, destornilladores, escuadras metálicas y un telescopio negro, Felipe tiene un atril principal donde un bloque de roble macizo entrega rectas y vacíos a fuerza de formón.

Sin ensambles ni acoples, los volúmenes paralelos y los ángulos de 90 grados se alternan con perforaciones cilíndricas logradas a pulso; los planos horizontales y los verticales confluyen en decenas de aristas para entregar a la mirada una pieza total de varios centros. Quizás sin proponérselo, Escalante Chuñocca ha trazado un largo vaso comunicante entre las casitas de barro de su infancia y la propuesta sólida de su madurez artística.

“Las exposiciones son para el artista como una constancia de trabajo”, comenta Felipe. En el brochure de su muestra ‘25 años de Creación, Arte y Cultura’ –que montó el Centro Cultural de Ate en 2021– hay dos páginas reservadas para los premios y distinciones que ha recibido por su trabajo, más los reconocimientos de municipios, asociaciones y universidades, y el largo listado de individuales, bipersonales y colectivas que forman su hoja de ruta creativa.

Considerando todo lo que has explicado, ¿en cuánto tiempo tienes lista una escultura, en promedio?

–Es bien difícil decir “Te voy a entregar el trabajo de acá a un mes”. Como escultor, puedes pasar un día completo solamente mirando la piedra. Algunas personas creen que el artista entra al taller y de inmediato se pone a martillar. Y no es así. Incluso, cuando tengo un trabajo prácticamente listo, lo tapo con una tela por varios días y después lo vuelvo a mirar, para encontrar las imperfecciones y arreglarlas.

¿Eres un perfeccionista? ¿En qué momento dices: “Esto ya está terminado”?

–Lo que pasa es que yo a mi trabajo no lo vuelvo comercial. Si alguien me pide hoy una obra, diciendo “Sácame este trabajo en un mes”, yo lo podría sacar a como salga, pero eso no es.

¿Entonces?

–A la escultura no hay que mirarla de frente. Tienes que verla en 360 grados, girar, girar, girar…

(FIN/Ensayo General)

“Las exposiciones son para el artista como una constancia de trabajo”, afirma Escalante.
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FELIPE ESCALANTE

Premios y distinciones:

2021

Primer premio en Escultura: Galardón de Oro Inti

Exposición Internacional en Arequipa.

2020

Mención honrosa

Premio IPAE a la Empresa, Lima.

2004

Primer premio Logotipo Reserclub

Lima.

1998

Primer premio en Escultura

Oscar Trelles Montes, Lima.

1996

Segundo premio Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú. Medalla de Plata, Lima.

Entrevista en Los Ángeles de Vitarte.

Reconocimientos:

2019

Huésped ilustre

Municipalidad provincial de Huánuco.

2018

Expositor en el diplomado de Museología y Gestión de Patrimonio Cultural

Universidad Simón Bolívar, Lima.

2017

Maestro Escultor y Artista Plástico

Municipalidad Provincial de Pisco

2016

Aporte cultural y formación artística pública

Municipalidad Provincial de Tacna.

Expositor contemporáneo.

Escuela Superior de Formación Artística Pública Francisco Laso de Tacna.

Taller de Felipe Escalante.

Exposiciones Individuales:

2017

Jugando con la Naturaleza. Geometría y Color.

Mansión Eiffel Galería, Lima.

2015

Lima: Rostros del Perú.

Mansión Eiffel Galería, Lima.

1999

Entre Ella y Yo

Icpna de Lima.

Últimas colectivas:

2021

-Ávatar en Pandemiarte.

Mansión Eiffel Galería, Lima.

-Exposición Internacional Bicentenario del Perí

Casa Museo y Biblioteca Mario Vargas Llosa, Arequipa.

2020

-Homenaje al maestro Fernando de Szyszlo, Lima

-Cuarto Salón de Escultura, Cajamarca.

-Hacia un país integrado. Centro Cultural Ate-Vitarte, Lima.

-Manos creativas. Exposición virtual en Chepén-La Libertad.

2019

-Visiones abstractas. Galería Sérvulo Gutiérrez, Lima.

-El arte no tiene fronteras. Centro Cultural Universidad Federico Villarreal.

-Punto de Encuentro III. Galería Sérvulo Gutiérrez, Lima.

-Tercer Salón Internacional de Artes Visuales, Chiclayo.

-IX Muestra Internacional de Arte Contemporáneo, Huánuco.

Escultura de Felipe Escalante. Foto: Juan Pablo Chaman.
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