Escribe: María Ynés Aragonez
Para la artista sueca Liselotte Wajstedt, el cine puede ser una herramienta de transformación. Originaria del pueblo saami, aclara dos asuntos clave antes de entrar de lleno en la conversación. Primero, que es una cineasta indígena y se reconoce ampliamente como tal. Y, segundo, que los saami ocupan territorios septentrionales de Suecia, Finlandia, Noruega y Rusia: “Vivimos prácticamente en el Polo Norte”.
De visita en Lima para presentar su trabajo en la muestra mundial de cine indígena ‘Hijas de la madre Tierra: voces e imágenes para la sanación’, Wajstedt explica que le tomó casi ocho años producir ‘El silencio en Sápmi’, una película que visibiliza el abuso sexual contra mujeres de la comunidad saami. “El cine indígena permite denunciar desde dentro –opina la artista–, no es una mirada externa”.
En una pausa del encuentro de cineastas de Argentina, Bolivia, Colombia, Estados Unidos, Guatemala, México, Noruega, Suecia y Perú en el distrito de Barranco, ‘Ensayo General’ tuvo ocasión de dialogar con Liselotte Wajstedt sobre las características de su propuesta documental. Aun cuando ha venido del polo, la humedad de Lima la obliga a utilizar un chal gris que cubre su colorida vestimenta típica saami.
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‘El silencio en Sápmi’
Nacida en Kiruna, un pueblo minero sueco en medio del territorio saami, Liselotte expresa con la mirada el pesar de saberse víctima de violencia sexual. Pero la formación audiovisual le ha permitido convertir esa experiencia terrible en insumo para crear. El cine –comenta la directora de ‘El silencio en Sápmi’– es una herramienta capaz de transformar el dolor en lecciones de vida, para que no se repita.
El cine no es una mirada externa, enfatiza, con ayuda de una intérprete. La trama de ‘El silencio en Sápmi’, por ejemplo, pone en evidencia que el abuso sexual contra las mujeres es una realidad en todo el planeta y que el silencio –de las víctimas y de la sociedad– funciona de manera errónea como una estrategia de sobrevivencia.
“El día del estreno de la película, muchos espectadores lloraron durante la proyección”, relata Liselotte. Y a partir del allí, muchas mujeres se atrevieron a hablar de sus casos, no desde la venganza o la acusación, sino con la voluntad de ‘florecer’ –en sentido simbólico– para lograr que estos casos no vuelvan a ocurrir con otras mujeres y personas vulnerables: el aislamiento, la violencia, la exclusión.
En clave de testimonio, con dos personajes centrales, el documental de Wajstedt –producido por Paranord Film– tiene una duración de 69 minutos. La directora aclara una vez más: “Pero no tiene la intención de dañar, ni generar conflicto, sino que busca lograr un impacto, llegar al corazón de cada una de las personas que puedan verlo”.
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Compartiendo saberes
“Esta es la primera vez que tengo contacto con creadoras indígenas de América del Sur”, relata Liselotte. Y si bien no conocía el cine que se elabora en esta parte del mundo, cruzó medio planeta precisamente con el objetivo de aprender. Gracias a los conversatorios en ‘Hijas de la madre Tierra’ –en torno a la violencia, las mujeres indígenas, la creación y la sanación–, ha descubierto que todas comparten al menos tres principios.
Primero, la idea del ‘pago a la tierra’ y sus rituales como señal de agradecimiento. Segundo, el respeto por la naturaleza y la decisión de no ‘tomar’ más de lo que uno necesita. Y, tercero, la urgencia de conservar, basada en la certeza de la temporalidad de la existencia humana y la continuidad de las siguientes generaciones. Si se consolida una ‘comunidad global’, estos deberían ser sus principios vitales, la fe de quien cree a futuro.
La cineasta se refiere también a sus próximos proyectos y explica: Me gustaría ayudar a que cada mujer en el mundo –no solo las indígenas– encuentre los recursos y mecanismos para hacer aflorar sus silencios. Y no desde el panfleto o la denuncia, puesto que su sueño es “pintar el mundo con arte”. Con el arte del cine.
La próxima producción de Wajstedt se inspira en el clásico ‘Thelma y Louise’ de Ridley Scott y con ella pasará del documental a la ficción, sin dejar de lado la esencia de su propuesta: la realidad de las mujeres en todo el mundo. Esta vez sin ayuda de nuestra intérprete, Liselotte comunica con la sonrisa: confía en que la nueva cinta no demorará tanto como su primer proyecto. Así sea.
(FIN /Ensayo General)
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Asociación Chirapaq: 35 años rescatando las culturas originarias
La muestra de cine indígena ‘Hijas de la madre Tierra: voces e imágenes para la sanación’ es la antesala del XIV Festival de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas que se celebrará en Ecuador, en noviembre.
La organización de este encuentro, en Barranco, estuvo a cargo de la Asociación Chirapaq – Centro de Culturas Indígenas del Perú y el Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas, con el apoyo del Centro Cultural de España en Lima.
Desde hace 35 años, Chirapaq se dedica al rescate, revalorización y difusión de las culturas originarias con un enfoque de respeto y de derechos. Desde hace 18 años trabaja en la formación de cineastas indígenas en comunidades andinas y amazónicas.
Las muestras de cine indígena se iniciaron en el 2019, antes de la pandemia de covid-19, por lo que esta muestra también significó un retorno a la presencialidad.
La muestra de cine tuvo como final de fiesta el recital ‘Canto y música desde las Hijas de la madre Tierra’ y un convido andino-amazónico donde se presentaron platos y productos que expresan el conocimiento culinario ancestral.
(FIN/Ensayo General)
Un agradecimiento especial a la intérprete Alexandra Cugler, quien colaboró con Ensayo General para la realización de esta nota.