Entrevista: Mariella Checa
En las siguientes líneas, el director huancaíno Joel Calero conversa con ‘Ensayo General’ sobre lo difícil y, sin embargo, importante que es hacer cine en el Perú. También comparte detalles sobre su cuarto largometraje –‘La piel más temida’–, que ya ha comenzado a rodar en el Cusco, y nos extiende su invitación a participar en la campaña de recolección de los fondos aún necesarios para llevar a buen puerto este proyecto que ya cumplió siete años y que ha conquistado varios premios dentro y fuera del país.
¿Cuál ha sido el criterio para seleccionar las locaciones de ‘La piel más temida’?
– Uno de los sentidos de la película es que el personaje principal, Alejandra, descubre unas asimetrías de clase fuertísimas en su origen; en su familia materna de hacendados, con casa colonial, y la familia paterna humilde, precaria. Entonces, esas asimetrías se sienten muy bien en Cusco. En Huancayo, por ejemplo, no encuentro casonas con ese señorío que habla de otra cosa, pero sí las encuentro en Cusco. No es un capricho o que me guste esta ciudad. Aquí, la ciudad está contando cosas.
Pero, tus locaciones están fuera de la ciudad, ¿cierto?
– Algunas. Hay varias en la misma ciudad del Cusco. La casa que van a vender es una de ellas, pero hay otras en el pueblo de la madre del padre, la abuela, en Tocto, un pueblo imaginario. El exterior de esa casa está en Anta, el interior está en Maras. Filmamos en Andahuaylillas, porque hay una escena en la que Alejandra y su tío salen de la notaría y van a conversar. Eso es para un parquecito, pero no hay un parquecito cusqueño apacible, entonces lo recreamos en Andahuaylillas. Ese es el criterio de la ficción, de armarnos una ciudad imaginaria, a partir de un collage de locaciones útiles que están ubicadas en diferentes lugares.
Esa búsqueda implica un grado de detalle para dar en la realidad con aquello que tienes en la cabeza, que habla de un esfuerzo de tu parte por ser fiel a ti mismo.
– Sí, sí. Y, de hecho, hay algunas licencias que yo me estoy permitiendo, porque no me interesa la verdad documental, sino una verdad esencial, que es mía: yo soy de Huancayo y muchas cosas por supuesto están asociadas a mis recuerdos.
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El largo camino del cine nacional no termina con la película lista, sino que luego viene otro momento engorroso que, a veces, puede ser sumamente frustrante para los directores y todas las personas comprometidas en una producción, que es el de la exhibición. Normalmente nos enteramos de filmes peruanos que gozan de mucho reconocimiento en festivales internacionales, pero que cuando llegan acá, a ser exhibidos, no pasan de una semana, en unos horarios infames. Entonces, la pregunta sobre las locaciones tiene que ver con mi curiosidad acerca de tu público objetivo. ¿A quién estás dirigiendo tu película?
– Yo creo que hay un cine mucho más reducido, de guetos, que a veces establece una distancia –y está bien, porque esa es la decisión del director– entre el público y él, pero hay otros directores que son bastante más próximos al espectador común y corriente. Creo que ese es mi caso, o aspiro a que sea mi caso. ‘La Última Tarde’ fue una producción que cuando me acerqué a los distribuidores, me dijeron: “Oye, esa película…un par de tipos que caminan…la van a ver 15 mil personas y esto es”. Entonces, conseguí los correos de profesores universitarios y les escribí a más de 600, de los cuales me deben haber contestado unos 40. Hubo los que no solo invitaron a sus alumnos a que fueran a ver la película, sino también los que la convirtieron en una actividad académica. Con mecanismos así, pasé de 15 mil a cerca de 40 mil espectadores, y sospecho que voy a hacer lo mismo cuando esta película se estrene, porque creo que esta película tiene incluso muchísimos más elementos de interés potencial para el espectador promedio. Para ese espectador, creo que esta película tiene un montón de elementos.
¿Como cuáles?
– Uno: el de la carencia paterna. Yo leía, en algún momento, la tesis de una amiga que mencionaba que cerca del 30 % de las familias peruanas están constituidas por una carencia paterna, o porque al padre nunca lo conocieron, o porque se fue a temprana edad de los hijos. El padre es una ausencia. Uno se puede preguntar con qué tendrá que ver, históricamente, ¿no? ¿Tendrá que ver con los hacendados que engendraban hijos por todas partes, en la servidumbre? ¿Tendrá que ver con que somos un país producto de la violación, que no es mestizaje? Otro es el de la identidad. Somos un país que tiene un predominante componente andino. Sin embargo, expresiones como “color puerta” están hablando de una actitud despectiva por ese componente marrón. Y me parece, en ese sentido, interesantísima, la elección de la actriz, que originalmente no respondió a ese criterio: Juana Burga es una modelo, una top model de gran proyección internacional, que tiene rasgos muy peruanos. Entonces, seguramente apelaré a esos elementos cuando tenga que enloquecer para el periodo de la distribución, que cada vez se pone más complejo, porque tú has dicho algo muy interesante: las películas peruanas, cada vez más, están proscritas a unos horarios imposibles e infames que las matan de saque, y más aún en un contexto post pandemia, en el que el espectador promedio se ha acostumbrado a mirar Netflix o cualquier otro streaming.
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‘La Última Tarde’ es una película en la que todo lo que pasa está en los diálogos; y entonces, allí lo que se necesita del espectador es una escucha atenta y una capacidad, un interés en reflexionar. ¿Esta nueva película tuya también apunta a lo reflexivo? Tú me hablas de invitaciones a profesores de universidad, que de todos modos es público académico. ¿Aspiras, en todo caso, a aportar a una reflexión, a un debate?
– Jamás me propongo hacer una película de tesis ni de propósito. Quiero hacer una película como las que me gustan a mí: que me cuenten una historia emocional y afectiva, y que, al hacerlo, me muestren otros componentes. Allí creo que entra ese nivel de lo reflexivo: en ese “además”. No es el propósito central. En ‘La Piel Más Temida’, el foco está en una historia de filiación, en una historia en la que una nieta descubre a una abuela y probablemente –espero, uno nunca sabe qué va a quedar de esto– el foco emocional esté puesto en el vínculo, en el afecto, pero también habrá un además desde el punto de vista de este personaje que llega a este Perú que padecemos, con muchas de sus taras, y que en este caso, en esta película, forma parte del argumento, porque ella viene a hacer algo concreto: vender una casa, pero se entera de otras cosas que la llevan a un viaje personal, de descubrimiento de raíces y conflictos, pero que no están en el aire, sino que están asentados en este país que es el nuestro. ¡Cuánta fantasía había por el Bicentenario, los 200 años de República! Y, pucha, a los 200 años, el covid fue una radiografía perfecta del triste país que somos. Y, entonces sí, el país es un además. Está ese componente, pero debajo, detrás, dando resonancia a una historia, que eso debe ser una película, el primer nivel con el que se conecte el hipotético espectador.
¿Alejandra, en su viaje por la identidad, representa a los peruanos? ¿Crees que los peruanos tenemos pendiente un reconocimiento de quiénes somos?
– Jamás pensaría un personaje mío que represente algo. Alejandra se representa a sí misma.
Ok, se representa a sí misma, pero el conflicto armado también está presente de alguna manera, al descubrir ella que su padre está preso por haber sido parte de Sendero Luminoso ¿Tampoco hay ninguna intención de revisar ese tiempo de la violencia? ¿Este detalle es solo una pincelada del paisaje?
– No. Está en su justa medida: Su padre tuvo una militancia, ¿y qué hacía su madre, que era una hijita de acomodada familia cusqueña, con ese tipo? ¿Y por qué se fue a Suecia? ¿Y por qué no regresó? Esos no regresos radicales dicen tanto de quien se va, de con qué quiere romper, sobre qué cosas le jorobaron de este país. Lo importante es que sea una buena película y esos son los lados colaterales, pero nunca está en mí ese propósito de querer marcar, ni testimoniar, ni “voy a reflexionar”, no. Eso será siempre, para mí, la añadidura.
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¿Vale la pena hacer recorridos tan largos para concretar y exhibir una película? ¿Qué te motiva a insistir en un propósito tan complicado como hacer cine en el Perú?
– (Risas) (Silencio largo) ¡¡Es una obsesión!! No se explica de otra manera, no hay ninguna otra razón, no hay ninguna otra razón.
Es lo que te hace feliz…
– Sí, claro. Absolutamente. Es lo que más me interesa en la vida. Está puesto eso en una preminencia primera, pero creo que no solamente en mi caso. Allí están Salvador del Solar con su ‘Magallanes’, Jonathan Relayze con su ‘Rosa Chumbe’, Álvaro Delgado Aparicio con su ‘Retablo’. Ninguno baja de siete años y se acercan a los diez. ¿Qué hace que un sujeto se dedique durante diez años a tratar de parir algo que a veces se va a esfumar en una semana? La obsesión, nada más; la obsesión, las ganas de hacer eso; la importancia que cada película tiene para cada uno de nosotros. Esta es importante para mí porque es la primera en la que estoy jugando, deliberada y conscientemente con mis referentes andinos. Yo crecí en Huancayo. Mi madre es de un pueblo que se llama Hualhuas, que está a doce, quince kilómetros de Huancayo.
¿Por qué el Estado debería apoyar las obsesiones de los cineastas y por qué, ahora que tú has puesto en marcha un mecanismo de recolección de aportes, deberíamos apoyar?
– Desde la reflexión cultural, estas películas acaban dando cuenta de nosotros. Y es importante dar cuenta de nosotros, porque nos refleja y nos permite elaborar. Si no hubiera habido un Oscar Catacora con su ‘Wiñaypacha’, no tendríamos una película hablada en aimara, ¿y eso es una trivialidad? ¿Qué sentirá un poblador aimara que dice “¡Mierda, mi lengua sirve para hacer películas! ¡Esa es mi lengua!”? Los filmes dan cuenta de procesos, no solamente de paisajes, de historias. Son relevantes porque son parte de nuestra historia. ¡Necesitamos pensarnos, decirnos, elaborarnos, soñarnos y visualizarnos! Las películas nos están contando, están dando cuenta de nuestra alma, que es lo que hace el arte, en general. Y si nos ponemos publicitarios, son estas producciones las que le dan visibilidad al cine peruano. Ninguna de las películas comerciales llega a ningún festival, porque no están hechas para llegar allí. ¿Y por qué es importante llegar a un festival? Porque quienes asisten se enteran de que en ese país, donde se come ceviche o está Machu Picchu, además se hace cine, y puede ser un cine interesante. Y para conformar a todos los economistas también diré que la producción cinematográfica dinamiza la economía. Por ejemplo, ahora, nosotros estamos alquilando hoteles, hay 40 personas consumiendo allí, estamos dinamizando. No hay ningún país decente en el mundo que no apoye su cinematografía, porque si no lo hicieran, el mundo sería, desgraciadamente, una tremenda hollywoodada, solo existiría ese tipo de cine homogenizante, uniformizante.
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Entiendo que también tienen previsto tomar mano de obra de la zona. ¿Cómo está funcionando eso?
– Sí, por ejemplo, en cosas concretas: la locación más importante de ‘La piel más temida’ va a ser la casa de la abuela; maravillosa, pero tenemos que remodelarla, construir un fogón. ¿Quién lo va a hacer? El especialista local, por supuesto: el señor que hace fogones en Maras. O también tenemos que contratar, por ejemplo, a una señora, que encarna a Paquita, una antigua empleada de una familia de hacendados, una mujer de 70, 80 años, que está allí, sentada. Es una película en la que van a aparecer muchos actores no profesionales, porque un actor limeño en ciertos papeles sería una caricatura atroz.
¿Por qué no ha sido suficiente con el apoyo en premios que ya has recibido para esta película?
– Porque el apoyo que recibimos los cineastas del Perú es absolutamente insuficiente. Y si la historia es como esta, para la que se tiene que viajar, la cosa se pone complicada. Por eso empezamos esta campaña de crowdfunding, en la que buscamos apoyo de amigos, familiares, gente a la que le interesa el cine, que pueda aportar desde 15 dólares, 50 dólares, cien dólares. Ese aporte va a tener de parte nuestra una retribución, como entregar la película de ‘La Última Tarde’ en un link de descarga de alta calidad con subtítulos al inglés, por ejemplo, entre varias otras.
¿Está funcionando? ¿Estás teniendo respuesta?
– A baja escala. No son tiempos sencillos, pero sí, y esperamos que siga, que se amplíe.
¿Para cuándo piensan terminar este trabajo?
– La película debería estar terminándose hacia fines de este año, para luego empezar un recorrido por festivales –esperemos– el próximo año, que es algo que uno nunca puede asegurar, y debería estar estrenándose en el Perú a fines del 2023.
¿Quiénes están en el reparto?
– Hay dos personajes fundamentales: la muchacha, que hace este viaje, Alexandra, que es Juana Burga, la modelo peruana que también es actriz y ya tuvo un protagónico completo en una película argentina, producida por Puenzo, ganador del Oscar por ‘La Historia Oficial’, y la abuela, que es interpretada por la actriz María Luque. Luego están el tío, que es Lucho Cáceres; un camionero, que es Amiel Cayo, y el padre que está en la cárcel, que es Miguel Medina. Esos son como los personajes y actores más importantes de la película.
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El retraso del rodaje me imagino que tiene que ver con la pandemia…
– De hecho. Esa es otra de las razones por las que estamos golpeados económicamente. Nosotros ya habíamos hecho toda la preproducción y estábamos literalmente a dos días de viajar, con pasajes comprados, para todo el personal, y de pronto cayó la pandemia. Pero creo que, a partir de eso, por lo menos el guion se valorizó, porque reescribí la historia y la ubiqué en un post-pandemia, y pienso que ese es un sentido dramático importante de la película. Si en este momento alguien me hiciera un aporte de 100 mil dólares con la condición de que filmara la anterior versión, yo filmaría esta, la de ahora, porque creo que el covid nos ha acabado mostrando qué país somos. Eso no lo hubiera tenido hace dos años.
(FIN/Ensayo General)
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Las cuentas para el depósito o la transferencia de aportes:
Cuentas en Interbank de Factoría Sur Producciones (RUC 20508049685)
Cuenta corriente en dólares:
Nº de cuenta: 200 300 213 9127
CCI: 003 200 003 002 139 127 38
Cuenta corriente en soles:
Nº de cuenta: 898 300 394 3040
CCI: 003 898 003 003 943 040 47
Desde el extranjero:
Banco de destino: Interbank
Factoría Sur Producciones
Cuenta corriente en dólares
Nº de cuenta: 200 300 213 9127
Código Swift: BINPPEPL
Dirección del banco: Carlos Villarán 140, Lima 13, Perú.
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