Del escritor portugués Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) se ha dicho y escrito cosas más que interesantes, en relación no solo con su producción literaria sino, sobre todo, con su personalidad y condición humana.
El crítico literario español Ángel Crespo, uno de los estudiosos que mejor entiende a Pessoa, explica en su libro ‘Con Fernando Pessoa’ (La Rama Dorada, 2000) lo siguiente:
Se ha llegado a afirmar, con intenciones más literarias que históricas, que Pessoa es “el hombre que nunca existió”, “the mas who never was, y también se ha dicho, con el propósito de introducir a la lectura de su poesía, que fue “un desconocido de sí mismo”.
La ingeniosa idea del hombre “que nunca existió” se vincula o nace, principalmente, a partir de los heterónimos que empleó el poeta portugués para firmar sus escritos.
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Identidades ficticias
Respecto a los heterónimos, el diccionario define: “Nombre diferente al suyo con el que un autor firma su obra cuando adopta una personalidad fingida”. Más aun, la RAE acota: “Identidad literaria ficticia, creada por un autor, que le atribuye una biografía y un estilo particular”.
Así, Pessoa atribuyó sus escritos a:
– Álvaro de Campos.
– Ricardo Reis.
– Alberto Caeiro.
– Bernardo Soares.
No son pocos los estudiosos y seguidores del escritor lisboeta que atribuyen la aparición de los heterónimos en Pessoa a cierta ‘condición mental’. En la introducción a ‘Escritos sobre genio y locura’ de Pessoa, el profesor Jerónimo Pizarro –doctor en literaturas hispánicas– detalla:
“Pessoa fue un alumno autodidacta de psicopatología especialmente entre 1906 y 1907. En esos años, tras su regreso con diecisiete años de Sudáfrica, Pessoa escribió «The Door»—un cuento con largas digresiones sobre la locura—, leyó filósofos como Immanuel Kant, poetas como Guerra Junqueiro, y autores como Cesare Lombroso (…)”
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Carta a Casais Monteiro
Pero es el propio Pessoa, en la carta que dirige a Adolfo Casais Monteiro, fechada el 13 de enero de 1935 (diez meses antes de su muerte), quien explica el asunto de los heterónimos:
Responderé ahora a su pregunta sobre la génesis de mis heterónimos. Veré si puedo responderte completamente.
Empezaré con la parte psiquiátrica. El origen de mis heterónimos es la profunda huella de histeria que existe en mí. No sé si soy simplemente histérico, si soy, más propiamente, un histeroneurasténico. Teniendo por esta segunda hipótesis, porque hay en mí fenómenos de abulia que la histeria propiamente dicha no cabe en el registro de sus síntomas. En todo caso, el origen mental de mis heterónimos radica en mi tendencia orgánica y constante a la despersonalización y la simulación. Estos fenómenos —afortunadamente para mí y para los demás— se mentalizaron en mí; Es decir, no se manifiestan en mi vida práctica, externa y en el contacto con los demás; irrumpen y yo vivo, los yos solos conmigo.
(…)
Unos apuntes más sobre este tema… Veo ante mí, en el espacio incoloro pero real del sueño, los rostros, los gestos de Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos. Construyen sus edades y vidas. Ricardo Reis nació en 1887 (no recuerdo el día y el mes, pero los tengo en alguna parte), en Oporto, es médico y actualmente está en Brasil. Alberto Caeiro nació en 1889 y murió en 1915; nació en Lisboa, pero vivió casi toda su vida en el campo. Casi no tenía profesión ni educación. Álvaro de Campos nació en Tavira, el 15 de octubre de 1890 (a las 13.30 horas, dice Ferreira Gomes; y es verdad, porque habiendo hecho el horóscopo para esa hora, es correcto). Este, como saben, es ingeniero naval (de Glasgow), pero ahora está inactivo aquí en Lisboa. Caeiro era de estatura media, y aunque estaba muy frágil (murió de tuberculosis), no parecía tan frágil como era. Ricardo Reis es un poco, pero muy poco, más bajo, más fuerte, pero seco. Álvaro de Campos es alto (1,75 m, 2 cm más alto que yo), delgado y algo encorvado. Todos los rostros afeitados: el rubio descolorido Caeiro, ojos azules; reyes de un vago mate pardo; Campos entre blanco y oscuro, tipo vagamente judío portugués, cabello, sin embargo, lacio y generalmente con raya a un lado, monóculo. Caeiro, como dije, casi no tenía educación, sólo primaria; Su padre y su madre murieron temprano y él se quedó en casa, viviendo con un pequeño ingreso. Vivía con una tía anciana, una tía abuela. Ricardo Reis, educado en un colegio de jesuitas, es, como dije, médico; Vive en Brasil desde 1919, habiéndose expatriado espontáneamente por ser monárquico. Es latinista por educación, y semihelenista por educación. Álvaro de Campos tuvo una educación secundaria vulgar; luego lo enviaron a Escocia para estudiar ingeniería, primero mecánica y luego naval.
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Fragmentario y totalizador
“Este desdoblamiento en múltiples personajes, poseedores de una cosmovisión diferente y en ocasiones contradictoria, refleja la propia visión fragmentaria y totalizadora de la realidad que tiene el autor”, asegura Alfonso Martín Jiménez, investigador de la Universidad de La Coruña.
Y agrega Jiménez, a continuación: “Es conveniente, en primer lugar, diferenciar claramente el fenómeno de la heteronimia de Pessoa de la simple pseudonimia. En el caso de Pessoa, no se trata de esconder un mismo tipo de texto bajo nombres diversos, sino de la creación efectiva de personajes-autores diferentes que escriben textos distintos y hasta contrapuestos”. (Géneros literarios y representación de mundos: Los heterónimos de Fernando Pessoa. Braga, 1993)
Desde el 22 de julio, la visita de Portugal como País Invitado de Honor a la Feria Internacional del Libro de Lima será una oportunidad valiosa para ampliar la mirada sobre la obra de Pessoa, tanto para sus seguidores como para quienes deseen iniciarse en su producción poética.
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Autopsicografía de Fernando Pessoa
(1931)
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que de veras siente.
Y quienes leen lo que escribe,
sienten, en el dolor leído,
no los dos que el poeta vive
sino aquél que no han tenido.
Y así va por su camino,
distrayendo a la razón,
ese tren sin real destino
que se llama corazón.
(FIN/Ensayo General)
Para leer una versión del ‘Libro del desasosiego de Bernardo Soares’, con introducción y notas de Ángel Crespo, haga clic aquí:
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